lunes, 24 de diciembre de 2007

Familias homoparentales

Las familias homoparentales son cada vez más visibles, aunque siempre hayan existido. Muchos gays y lesbianas han tenido hijos o los adoptaron, y los criaron solos o en pareja. Cuando no había las condiciones legales apropiadas. Hoy día, con las leyes del matrimonio de personas del mismo sexo, de adopción y de reproducción asistida, la realidad homoparental ha mejorado mucho, y muchos son los que están realizando su maternidad y paternidad.
Tendría que ser algo que todos nos lo planteáramos, aunque pudiera ser para descartarlo tras cierta reflexión. Pero no negarnos el derecho a pensarlo en serio.
No somos personas de segunda, y tenemos el derecho a crear una familia con hijos propios o adoptados. Pero la homofobia internalizada nos inclina a no considerarnos aptos para ser madres y padres. Sobre todo los hombres. Nos vemos más lejos de ser padres, al tener muy metido en nuestra cabeza el mito de que un niño necesita una madre, o que son las mujeres las únicas capacitadas para criar.
El amor y la capacidad de criar hijos no están en los genes femeninos; sobre todo es algo que se aprende socialmente. En la educación de los varones, no se nos inculca la idea de criar a los hijos, como sí se hace con las niñas, aunque cada vez tenemos más ejemplos de varones que crían a sus hijos. Y es cuestión de aprender.
Muchos jóvenes, lesbianas y gays, se están planteando, cada vez más, como algo natural que tendrán hijos en un futuro, y que eso forma parte de su desarrollo como personas. Pero hasta época reciente muchos gays ni pensaban que la pareja estable fuera posible; menos aún pensaban en poder ser padres. Su vida era como una eterna adolescencia, sin tener que madurar en sus relaciones.
Mientras que las lesbianas tienen la posibilidad de tener hijos biológicos, los varones tenemos que adoptar, o criar hijos de una relación heterosexual anterior. Algunos están llegando a acuerdos con amigas para tener un hijo compartido, aunque cada uno tenga su pareja. Se crea una especie de familia reconstituida en la que los padres se hubieran separado y volvieron a unirse a otras personas.
Con el aumento de la visibilidad de las muchas familias que ya hay, y las que se vayan creando, habrá más modelos y se conocerá mejor socialmente, lo que disminuirá el rechazo social y el auto-rechazo a nuestras familias. Las que predominan son familias homomaternales (80%) frente a las homopaternales (20%) (Cifras aproximadas)
Los encuentros de familias homoparentales con sus hijos son importantísimos como forma de encontrar apoyo, modelos, visibilidad en un espacio seguro y para que la sociedad nos vaya teniendo más en cuenta.
Hay todavía mucho por hacer, aunque se ha avanzado bastante. Lamentablemente la Iglesia y las fuerzas reaccionarias lo han tomado con el tema de la adopción por gays y lesbianas y se escuchan voces terribles en contra de nuestra maternidad-paternidad, como si fuéramos auténticos monstruos, pervertidos y destructores de la familia; que le robamos a nuestros hijos su “derecho a una familia normal”, como si una familia homoparental no fuera sana, y como si hubiera un derecho natural a tener dos padres de distinto sexo, cuando cada vez se cumple menos. Nadie se escandaliza de que una viuda críe a sus hijos, de las familias reconstituidas o de hijos criados por abuelos.
No se tiene en cuenta lo importante: la capacidad de dar amor, protección, seguridad, cuidados, educación…que en general tenemos en la misma proporción o más que cualquiera, no son cualidades ligadas a la orientación sexual. Y quizás, por tener que ir contracorriente y pensarlo más, en general nuestras familias pueden ser hasta mejores, más deseadas, más cuidadas, y ser espacios seguros para esos niños, en el caso de que fueran gays o lesbianas. Algo que no han sido para nosotros nuestras familias heterosexuales.
Tener hijos lleva a tener que salir del armario ante ellos, ante la sociedad que nos rodea, ante el colegio, y curiosamente las familias homoparentales acaban convirtiéndose sin pretenderlo en verdaderos activistas de la causa LGTB y punta de lanza de transformación social. El tener que defender a nuestros niños del posible rechazo social por estar criados en nuestras familias, implica intervenir en diferentes instancias: la familia extensa, el colegio, clubes... Implica luchar para conseguir que tengan los mismos derechos que los demás niños, en una sociedad homófoba. Y este es nuestro reto: conseguir una sociedad más diversa y mejor.


Direcciones útiles
www.familieslg.org
Associació de famílies lesbianes i gais. Grupo catalán que defiende los derechos de las familias homoparentales y organiza reuniones para difundir la igualdad y la diversidad y aportar ayuda y encuentros a las madres y padres que quieran. Es importante encontrarse con otras familias, lo que permite a niños y niñas y sus madres y padres, socializarse en un ambiente seguro, con otros pares que tienen las mismas circunstancias. Hay muchos enlaces y bibliografía, (que aunque en catalán, puede existir en castellano).
www.felgt.org
La FELGBT, Federación estatal de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, tiene un área, dedicada a nuestras familias, y se pueden encontrar en su web materiales muy interesantes. También puede permitir contactar con ellos y localizar asociaciones cercanas que lleven el tema de familia.

noviembre 2007
Zero 103

martes, 18 de diciembre de 2007

¡Qué horror: Las Navidades!

Cuando nos aproximamos a las fiestas de Navidad y Fin de año, muchas personas entran en un estado de ánimo desalentador y triste. Se les hace un mundo pensar en lo que se les viene encima. Y se les exacerba su estado al ver las calles iluminadas, el gentío en las zonas de compras, las preparaciones navideñas, los recuerdos en la televisión en forma de anuncios o películas...
Las causas de este cambio en su ánimo pueden ser muchas, así como los factores que influyen.
En primer lugar está la supuesta felicidad obligatoria que hay que sentir estos días, y que implica visitar a la familia, y gastar compulsivamente. Se suceden las comidas de empresa, la salida a comprar regalos, la participación en fiestas organizadas, la realización de algún viaje...Todo esto con un ritmo frenético y agotador, que impiden encontrarse con la realidad de uno mismo. Lo que aliena y causa sensación de ser invadido por la realidad circundante que se empeña en llevarnos en volandas como a un pelele.
Para muchos las navidades es el recordatorio de la lejanía familiar, pero lejanía irremediable, por lo que implica el saber que no te aceptan como gay o lesbiana, y que estar con ellos incluye tensión, reproches velados por ser diferente, incomprensión, frialdad o la imposibilidad de incluir a nuestra pareja en la familia.
Para otros es el momento de echar de menos a algún familiar querido o a la propia pareja que se perdió por separación o muerte. En estas fechas se reactivan los sentimientos de duelo, lo que no invita precisamente a estar alegres y festivos. Sentimos el paso del tiempo de forma irremediable: una Navidad más. Eso de que sean fiestas tan “señaladas”, hace que no podamos hurtarnos a ellas. Puedo no celebrar mi cumpleaños, pero no puedo entrar en un agujero negro a mitad de Diciembre y salir el 10 de Enero.
También es momento de hacer balance del año, y eso nos enfrenta a nuestros fracasos, a las oportunidades perdidas, la pareja no encontrada, a la falta de un trabajo adecuado, a los proyectos venidos abajo. Esto lo sabemos todos con la tendencia a los buenos propósitos de principios de año (adelgazar, hacer deporte, llevar contabilidad, empezar un curso de inglés).
Con este ánimo depresivo, muchos ven que todo a su alrededor es pura hipocresía. ¿Qué sentido tiene que nos felicitemos, que la gente aparente tanta bondad y cariño con los otros, cuando el resto del año lo que se vive alrededor es un vacío afectivo?
Y encima hay que gastar y dañar nuestra economía, por encima de nuestros deseos y posibilidades.
¿Algún consejo? La cosa es difícil, pero si te ves así, lo mejor es no favorecer los pensamientos negativos y pesimistas y procurar tener encuentros “verdaderos” con la gente. No desvalorizarse por no tener ánimo para entrar en la vorágine externa. Luchar contra el sentimiento de exclusión por no querer o no poder gastar tanto o presumir de ir a una fiesta fantástica. Lo importante es hacer lo que te pide tu interior y si el sentimiento de soledad se acentúa, compartir estos momentos con amigos verdaderos, que puedan entender que no estás para festejos, pero sí para la relación sosegada.
Quizás volcarse hacia otros de forma generosa, participando de voluntario en alguna ONG, o acordándose de personas que nos necesiten. Pues este ánimo depresivo lleva a un ensimismamiento, que hace olvidarse de los demás. Uno no es el único que sufre, o lo pasa mal. Quizás sea el momento de poner un granito de arena para que la vida sea mejor para alguien más que para uno mismo.
Si se tienen fuerzas.

Diciembre 2003
Zero 58

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Meditación

“Con la de cosas que tengo que hacer y ahora, encima, meditación. ¿Y cuándo la hago? ¿Y cómo?” Esta frase tan paradójica nos puede resultar normal debido al ritmo estresante, de preocupación y de tensión en que vivimos. No encontramos tiempo para estar con nosotros mismos. Más bien estamos volcados hacia fuera, preocupados por las cosas externas. Apenas nos sentimos en nuestra verdadera naturaleza interior y no somos capaces de vivir desde nuestro centro, con plena conciencia de nuestra vida y disfrutando de nuestro verdadero ser.
Para ayudarnos a encontrar ese centro, tenemos un medio magnífico: la meditación; que quizás la asociemos con religiones orientales o con técnicas complicadas, pero que es una actividad sencilla que deberíamos incorporar a nuestra vida cotidiana, para sentirnos mejor con nosotros mismos y con los demás.
No es cuestión de apuntarse a nada, ni complicarse la vida con más cosas, sino todo lo contrario, es pararse y centrar la mente en el presente y estar muy atentos a lo que vivimos. No es reflexionar sobre un tema. Más bien lo contrario es dejar fluir las ideas que vengan a la mente sin detenerse en ninguna de ellas. La mente debe estar alerta y concentrada, pero relajada. Y en todo caso podemos centrarla en un objeto, en una música, en un concepto, y volver a ese objeto cada vez que nos demos cuenta que se nos ha ido a otro sitio.
Existen muchas técnicas de meditación posibles, pero creo que lo mejor es lo sencillo: buscar un lugar tranquilo, en donde no nos interrumpan, y adoptar una postura relajada y concentrar la mente, por ejemplo, en nuestra respiración. Al principio puede costar mucho y podremos meditar pocos minutos, pero con la práctica llegaremos a meditar durante bastante tiempo.
El sitio puede ser un rincón tranquilo de casa, en donde contemplemos alguna imagen agradable, o escuchemos una música tranquila. Aunque si no disponemos de ese rincón puede ser en un parque o incluso en una iglesia.
La postura es suficiente con que estemos sentados con la columna derecha, y respirar con el abdomen, y no solo con la parte alta del tórax. Lo importante es que estemos muy relajados y cómodos. No hace falta posturas de loto.
Lo que cultivamos con la meditación es una atención y concentración en el momento presente que nos ayuda a armonizar nuestro espíritu y nos relaja. Esta atención plena podemos trasladarla a cualquier actividad de nuestra vida, y percibir con detalle lo que hacemos, lo que vemos, lo que olemos, lo que oímos…Lo importante es ser conscientes de lo que vivimos, al cien por cien. Lo valioso de la experiencia es que podemos limitarnos a experimentar el ser, contemplar, escuchar, percibir con todos los sentidos abiertos y relajados.
La meditación nos va a permitir con el tiempo de práctica desactivar actitudes e ideas negativas y disminuir la agresividad. Con lo que favorece sentirnos en paz, reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás. Reduce nuestro estrés, y nos da mayor sensación de autoconciencia, de seguridad, de fuerza para enfrentar problemas o situaciones conflictivas de nuestra vida.
Nos ayuda también a conectar con ese aspecto espiritual central, común a todo ser humano, que para algunos tiene que ver con algo religioso, con Dios, o quizás con la Verdad, o con lo Universal, pero que en todo caso es lo más íntimo que tenemos y que nos pertenece por entero y nos hace sentir la vida en plenitud.
Podéis encontrar muchos libros relacionados con el tema, de diferentes corrientes espirituales, pero lo importante es ponerse a intentarlo, sin querer encontrar la técnica perfecta, y persistir en ello, aunque parezca que no pasa nada. Ya se recogerán los frutos.


septiembre 2005
Zero 80

sábado, 1 de diciembre de 2007

Cuidarse

Parece mentira que tengamos que proponerle a los adultos que se cuiden. ¡Cómo si eso no fuera una necesidad innata de todo ser humano! Pero no es así. Las actitudes de auto-cuidado las aprendemos en el curso de nuestro desarrollo, a través de relaciones significativas. Primero, y sobre todo con los padres; luego con los compañeros, familiares, profesores, amigos, parejas…
Cuidarse implica adoptar actitudes de mantenimiento y desarrollo de nuestra salud en las tres áreas en que nos movemos: lo biológico, lo psicológico y lo social. Pero también es afrontar la vida como un proyecto personal, que desarrolle al máximo nuestras posibilidades; abarcando el cuerpo, la mente, las relaciones afectivas, el trabajo, las aficiones, el ocio, la casa, el compromiso social…buscando equilibrio y realización.
El cuidarse a uno mismo está influido, de entrada, por la sensación de buena autoestima y valoración que tengamos. Cuando uno se siente bien, cuando tiene buen estado de ánimo, se cuida naturalmente. Si está deprimido, si se desvaloriza, no querrá dedicarse ni tiempo, ni energía. O incluso puede actuar negligentemente, o con conductas auto- lesivas, que pongan en peligro la salud tanto física, como psíquica. (Conducción temeraria, alcohol o drogas en exceso, sexualidad sin prevención de enfermedades…)
A veces es como si estuviéramos esperando que sea otra persona la que nos resuelva la vida. Es el caso de las personas muy dependientes, que no maduraron su propia autonomía, y que esperan que sea su pareja o su familia directa, la que les vaya guiando y apoyando para casi todas las tareas del día a día.
La forma de cuidarse va a depender de cómo nos hemos identificado con las personas importantes, y como nos han enseñado a cuidarnos: si hemos tenido una madre muy ansiosa con las enfermedades y el cuerpo, igual podemos estar obsesionados con tomar pastillas o ir al médico. Por el contrario si nos han enseñado a ser autónomos y a pensar sobre nosotros mismos, podremos analizar las cosas que nos pasan y no asustarnos.

Propongo un ejercicio para desarrollar este tema del autocuidado. Consiste en escribir en un cuaderno como me veo en las áreas en las que creo que puedo clasificar mi vida: cuerpo, relaciones, familia, pareja, casa, ocio, compromiso social, trabajo…, con las subdivisiones que se me ocurran: por ejemplo en el caso del cuerpo: salud, ejercicio físico, estética, comida… Para realizar esto tenemos que estar tranquilos, con tiempo por delante, mejor solos, y con ganas de explorar nuestro estilo de vida.
Lo primero es escribir cómo me veo en cada área. Lo que observo de mí. Los aspectos positivos, negativos o problemáticos de cada tema. Sin entrar en juicios ni análisis. Es recoger el material que voy a trabajar en el paso siguiente.
Lo segundo es analizar cada área y ver qué nos gusta y qué creemos que podríamos mejorar. Ver cómo influyen entre sí diferentes factores. Ver las causas de inhibiciones, de dificultades, de lo que no acabamos nunca de desarrollar.
Y por último nos podemos plantear objetivos concretos, que sean fácilmente realizables, agrupables en otros a más largo plazo, que nos sirvan como metas futuras a conseguir. Pensando, también en los medios que necesitamos y el tiempo (y el dinero en su caso).
Por ejemplo, si veo cómo estoy en el área de relaciones y descubro que tengo realmente ningún amigo, y apenas unos cuantos conocidos en el trabajo, con los que casi ni salgo. Al analizarlo puedo ver que no fue siempre así, sino que se acentuó a raíz de un fracaso adolescente, cuando me vi traicionado por mi mejor amigo, al decirle que era gay. Y esto me hizo replegarme en mi mismo, impidiéndome confiar de nuevo, y queriendo mantenerme distante para no volver a ser herido.
Los objetivos serían, por ejemplo, aumentar el número de salidas con amigos. Hacer actividades que impliquen a otras personas, para que me saquen de mi aislamiento y me permitan conocer a gente nueva. Y estar atento a las situaciones en las que rechazo posibilidades de intimar y confiar, porque me hace sentir vulnerable.
Otro ejemplo puede ser ver que la situación con mi familia es de distancia y falta de confianza. Que no saben que soy gay. Analizar por qué no se lo he dicho todavía. Las repercusiones que de verdad tendría, y plantear como objetivo decírselo ya, preparando el momento, la situación, el marco adecuado, y si necesito asesoramiento y apoyo.
Una meta más a largo plazo, puede ser salir del armario para todo el mundo, pero los objetivos pequeños pueden ser ir diciéndoselo a diferentes personas, que se vayan sumando al grupo de las que me apoyan y me hagan sentirme querido como soy.
Cuidarse no es una actividad narcisista y egocéntrica, ya que si incluimos los aspectos sociales de nuestro cuidado, estamos incluyendo los aspectos amorosos y de compromiso con los demás, que tan importantes son para nuestro bienestar y equilibrio. De nada sirve estar muy bien físicamente, sin somos incapaces de amar, y estamos completamente aislados.
Hay hábitos saludables que podemos incorporar como: hacer ejercicio físico (sin llegar a la obsesión por muscularse), dejar de fumar, llevar a cabo una dieta rica en frutas y verduras, reducir el sobrepeso, controlar la tensión arterial. Utilizar cremas protectoras cuando me expongo al sol, y reducir dicha exposición. Moderar el consumo de alcohol, o de ciertas drogas…
Pero sobre todo debemos reducir el estrés, gracias al ejercicio, la relajación, la meditación o el buen humor. Y poniendo límites a la presión que ejercen los demás sobre nosotros. No hay peor estrés que el que uno consiente, por no haberse parado a pensar un poco en cómo organizarse, cómo frenar a los otros, y cómo decir que no a tiempo.
Por tanto cuidarse es una tarea del día a día, pero necesitamos pararnos de vez en cuando, buscando el momento adecuado, para pensar un poco en cómo mejorar los diferentes aspectos que nos hacen infelices, o que hemos ido descuidando con el paso del tiempo.

marzo de 2006
Zero 85