sábado, 25 de octubre de 2008

Maite y Jony (AMPGYL Asturias) en Espejo Público

Testimonio de transexuales en Espejo Público

Pablo habla de su experiencia, y también Jony al que acompaña su madre, Maite, que fue quien le ayudó a tomar conciencia y aceptarse.

jueves, 2 de octubre de 2008

¡Llamadas!

(Extractos de un diario ficticio)
“Este fin de semana no me llamó nadie. Esperé junto al teléfono recordando escenas de amistad, momentos en los que yo había llamado a otros, que les había ayudado y que sentía que había sido generoso o entregado.
Considero que tengo muchos amigos; que sé cuidarles; que tiendo a escuchar e invito con frecuencia a venir a casa. Me ven como alguien que está disponible, que se puede contar con él, que no cierra las puertas. ¿Por qué no me llaman?
Quizás sea por que les di una imagen de autosuficiencia, de que puedo con todo. O, a lo mejor, es que no he mostrado necesidad y quiero quedar siempre por encima.
De hecho no suelo pedir. Y no pido, no por orgullo, sino, por temor. Temor al “no”. Menuda broma: yo estoy encantado de dar y no paro, pero soy incapaz de pedir (e incluso, sospecho que, de recibir).
Alguno me dice que me ven siempre ocupado. Y eso es verdad. Tengo muchas tareas. Igual lo hago para no pensar mucho en mí mismo. En que me siento un poco solo a pesar de tener tantos amigos, y de hacer tantos planes. Y que no se me da mal eso de ligar. Pero echo de menos algo. Quizás sea vivir que soy imprescindible para alguien. Y no ser uno más del listín telefónico de mis amigos. Que no se acuerden de mi sólo por lo buen conversador que soy, o para ayudarles en una mudanza, o cuando estén deprimidos, o por que no saben con quien quedar para ir al cine.
Me doy cuenta que doy por hecho que me quieren: y es verdad. Pero no me basta. Y no les hecho la culpa, pues si lo pienso bien, yo soy el primero que no me implico del todo. ¿Quién es imprescindible para mí?
¡Joder, que duro me estoy poniendo hoy conmigo mismo! Pero es verdad. Es que estoy harto de esperar, y de que no suceda nada. Igual es el camino equivocado. Esperar. Al menos como yo lo hago: pasivamente y apoltronado en mi verdad de creerme buen amigo de mis amigos. ¿Seré tan buen amigo, cuando no confío en que me van a dar si les pido?
Este fin de semana, les puse a prueba: decidí no llamarles y no llamaron. Si lo pienso bien muchas veces me llaman. Y sé que me quieren. Pero algo tengo que cambiar. Tienen que saber lo vulnerable que me siento a perderles, a sentirme abandonado. Que los necesito más allá de quedar para una salida a tomar copas. Y que si estoy solo probablemente sea porque me da miedo pringarme de verdad, porque me han dado ya algunos palos, y no estoy dispuesto a repetirlos.
De hecho procuro no necesitar a nadie, o al menos que los demás crean eso. Si me dan plantón oculto mi enfado. Si me fallan los planes con alguien, rápidamente lo sustituyo para no sentirme triste. O mejor procuro no hacer planes con nadie e improviso.
Y no me considero hombre de pareja. Muchos conflictos. ¿O es que no me aguanto ni a mí mismo?
Repaso lo que he escrito y tengo la impresión de que tengo más fachada que otra cosa. ¡Qué poco me gusto! Me parece que me voy a llamar a alguien o acabo en la sauna. Tanto da.
No. Mejor me quedo en casa y sigo pensando que algo tengo que hacer con todo esto. No puede ser así semana tras semana. Algo podré hacer conmigo mismo”.

escrito en marzo de 2004
artículo publicado en Zero 67