jueves, 2 de octubre de 2008

¡Llamadas!

(Extractos de un diario ficticio)
“Este fin de semana no me llamó nadie. Esperé junto al teléfono recordando escenas de amistad, momentos en los que yo había llamado a otros, que les había ayudado y que sentía que había sido generoso o entregado.
Considero que tengo muchos amigos; que sé cuidarles; que tiendo a escuchar e invito con frecuencia a venir a casa. Me ven como alguien que está disponible, que se puede contar con él, que no cierra las puertas. ¿Por qué no me llaman?
Quizás sea por que les di una imagen de autosuficiencia, de que puedo con todo. O, a lo mejor, es que no he mostrado necesidad y quiero quedar siempre por encima.
De hecho no suelo pedir. Y no pido, no por orgullo, sino, por temor. Temor al “no”. Menuda broma: yo estoy encantado de dar y no paro, pero soy incapaz de pedir (e incluso, sospecho que, de recibir).
Alguno me dice que me ven siempre ocupado. Y eso es verdad. Tengo muchas tareas. Igual lo hago para no pensar mucho en mí mismo. En que me siento un poco solo a pesar de tener tantos amigos, y de hacer tantos planes. Y que no se me da mal eso de ligar. Pero echo de menos algo. Quizás sea vivir que soy imprescindible para alguien. Y no ser uno más del listín telefónico de mis amigos. Que no se acuerden de mi sólo por lo buen conversador que soy, o para ayudarles en una mudanza, o cuando estén deprimidos, o por que no saben con quien quedar para ir al cine.
Me doy cuenta que doy por hecho que me quieren: y es verdad. Pero no me basta. Y no les hecho la culpa, pues si lo pienso bien, yo soy el primero que no me implico del todo. ¿Quién es imprescindible para mí?
¡Joder, que duro me estoy poniendo hoy conmigo mismo! Pero es verdad. Es que estoy harto de esperar, y de que no suceda nada. Igual es el camino equivocado. Esperar. Al menos como yo lo hago: pasivamente y apoltronado en mi verdad de creerme buen amigo de mis amigos. ¿Seré tan buen amigo, cuando no confío en que me van a dar si les pido?
Este fin de semana, les puse a prueba: decidí no llamarles y no llamaron. Si lo pienso bien muchas veces me llaman. Y sé que me quieren. Pero algo tengo que cambiar. Tienen que saber lo vulnerable que me siento a perderles, a sentirme abandonado. Que los necesito más allá de quedar para una salida a tomar copas. Y que si estoy solo probablemente sea porque me da miedo pringarme de verdad, porque me han dado ya algunos palos, y no estoy dispuesto a repetirlos.
De hecho procuro no necesitar a nadie, o al menos que los demás crean eso. Si me dan plantón oculto mi enfado. Si me fallan los planes con alguien, rápidamente lo sustituyo para no sentirme triste. O mejor procuro no hacer planes con nadie e improviso.
Y no me considero hombre de pareja. Muchos conflictos. ¿O es que no me aguanto ni a mí mismo?
Repaso lo que he escrito y tengo la impresión de que tengo más fachada que otra cosa. ¡Qué poco me gusto! Me parece que me voy a llamar a alguien o acabo en la sauna. Tanto da.
No. Mejor me quedo en casa y sigo pensando que algo tengo que hacer con todo esto. No puede ser así semana tras semana. Algo podré hacer conmigo mismo”.

escrito en marzo de 2004
artículo publicado en Zero 67

3 comentarios:

Rafa Gómez dijo...

Muy interesante.
En muchos puntos me he sentido muy identificado.
Muchas gracias.

Arce dijo...

Cuando murió nuestro hijo tuve una crisis de amistad. Mucha de la gente de nuestro círculo más íntimo, gente con la que quedábamos al menos todas las semanas, nos dijeron que querían vernos menos porque cuando quedábamos sus hijos se acordaban demasiado del nuestro. Las familias de los niños que habían ido al colegio con nuestro hijo dejaron de saludarnos por la calle y nos huían.
Entiendo que no sabían qué decirnos. Podían habernos dicho, simplemente, que no sabían qué decirnos. Nosotras tampoco sabíamos qué decir. También era una experiencia nueva para nosotras.
Nos invadió la soledad. Fueron momentos muy difíciles.
Para no derrumbarnos, empezamos a buscar actividades, gente con la que quedar y salir.
Nuestra hija necesitaba el contacto con otros niños. Nosotras necesitábamos saber que no habíamos perdido a todo el mundo.
Empecé a llamarles. Un día tras otro, una semana tras otra.
Nunca podían quedar.
A veces quedaban y luego anulaban la cita en el último momento.
Jamás me he sentido tan sola y humillada. Jamás me he sentido tan traicionada.
La terapeuta me decía que ellos también estaban haciendo un duelo y que necesitaban tiempo.
Yo quería matarlos.
Al final dejé de llamar.
Durante meses estuvimos solas, salvo por unas amigas a las que también se les había muerto un niño y que jamás nos dejaron. Ellas sí llamaban y quedabamos con ellas. Eran amigas de hacía muchos años pero nos habíamos distanciado. Ahora empezamos a estrechar los lazos. Al cabo de unos meses fueron testigas en nuestra boda.
Al final la gente volvió a llamarme. Tímidamente, están intentando retomar la amistad. Con algunos no será nunca lo mismo pero hago esfuerzos por reanudar lo que tuvimos. Con otros he desistido, les dejo todo el esfuerzo a ellos, a ver lo que duran.
Tenemos muchos menos amigos ahora que entonces.
Las relaciones humanas son difíciles.
Arce
www.adopcionnacional.blogspot.com

José Ignacio Díaz Carvajal dijo...

Gracias por tu comentario, camaldolense.

Arce, ¿qué te puedo decir?
Realmente es un testimonio impresionante y dolorosísimo.
Si hay algo horroroso en la vida es la muerte de un hijo. ¡Es tan inconcebible!
Por naturaleza debemos morir antes que nuestros descendientes. ¿Cómo poder aceptar esa pérdida? Se nos va tanto con él o ella, que nunca podremos ser los mismos. Siempre quedará un vacío enorme en nuestro interior.
Por eso el que os vierais dejadas por los amigos, es aún más doloroso, si cabe.
Puede tener cierta explicación: el no querer ver reflejada esa posibilidad en la realidad. Pero creo que en general esos amigos actuaron con un egoísmo y un desapego, que entiendo ahora os hagan difícil que se pueda recuperar dicha amistad.
Creo que en general las personas no somos muy empáticas, y no tenemos en cuenta cuándo se nos necesita. Y en las situaciones en donde ronda la muerte (suicidios, muerte de un hijo, SIDA, etc)la gente tiende a alejarse, por temores inconcretos; pero se alejan con pretextos, o sin ellos. Y dejan a los dolientes absolutamente solos, a veces, negando que les necesitan, congelando sentimientos de solidaridad o de amor, que antes pudieron tener.
Siento mucho vuestra pérdida y la soledad subsiguiente. Pero veo que estáis en proceso de adopción y que la vida puede seguir para vosotras, con ilusión y ganas de seguir luchando por vuestros hijos. Me alegra y os deseo lo mejor.
Un abrazo cálido
Ignacio