jueves, 15 de marzo de 2007

Rupturas en falso

Las parejas entran en crisis como parte normal de su evolución. Surgen fuertes tensiones, conflictos y uno se plantea si romper definitivamente o seguir intentándolo. Sobre todo si la historia se repite y la relación se ha ido deteriorando. Antes de llegar a la ruptura es importante agotar todas las soluciones posibles, empezando por un aumento del diálogo, o plantearse una separación provisional, o terapias y asesoramiento de pareja. Pero no tirar por la calle de en medio, impulsivamente, sin pensarlo bien.
Es importante valorar lo que se tiene, lo que se puede cambiar todavía, y no esperar ilusoriamente “todo” de ese futuro en libertad. Ni desechar lo que hay por que no nos lo da “todo”. Cualquier relación que vivamos será incompleta e imperfecta.
A veces, por la propia emoción del momento, y por falta de templanza, se toma una decisión definitiva de separación, con lo que implica de disolución del hogar común, mudanzas, cambios en bancos, documentos, etc. y lo que implica de estrés, de sufrimiento, de desgarro, para al cabo de cierto tiempo de separación volver a reencontrarse y decidir seguir juntos.
Suele darse esta ruptura en falso, en parejas que se querían bastante y en las que sin haber causa externa (como un tercero), se iban distanciando emocionalmente, por los problemas de comunicación y convivencia, por las dificultades de adaptar el carácter, por las diferentes necesidades de evolución personal, o por la creencia de uno de ellos, que necesita un cambio, de que ese cambio pasa por separarse, para así encontrar más libertad, o a otras personas que satisfagan ciertas asignaturas pendientes… Puede ser que se viva que el otro nos coarta…
Se decide volver porque se descubre que uno dependía mucho más de la otra persona de lo que creía. O que no es fácil encontrar a alguien con quien congeniar, o que nos dé “eso” que estamos echando de menos en nuestra pareja anterior. Y que aunque nuestra pareja tiene defectos, también tiene mucho que darnos y que anhelamos volver a recuperar.

Diciembre de 2005
(publicado en Zero 84)

¡No nos entendemos!

A las relaciones llegamos sin manual de instrucciones. Nos movemos a ciegas, tanteando, para saber lo que se puede hacer, y lo que no, para conseguir que aquello funcione. Tenemos que averiguar cual es su mantenimiento, y como cuidarlo. Encontramos funciones que no sospechábamos, y echamos otras a faltar. ¡Qué complicado puede resulta todo! ¡Y que mal lo podemos pasar! Sobre todo si no nos entendemos.
Por eso podemos seguir algunas reglas que nos ayudarán a mejorar ese entendimiento:
1. Hay que hacer todo lo posible por conocernos a nosotros mismos y conocer al otro. Así como conocer nuestro funcionamiento con esta pareja concreta. Puedo descubrir que soy más pasivo con él que con otros. O que me cuesta ser tierno. O que tengo ciertas manías de orden y limpieza. O que él necesita que se le arrastre para tomar decisiones. Lo curioso es que tendemos a dar por sentadas muchas cosas, como si el otro, por ser también otro ser humano, hombre, o gay, fuera a tener nuestras mismas maneras de ser, sentir o desear. Y cada uno es una edición única, que no coincide con el otro más que en una cantidad pequeña de aspectos.
2. Una vez vistos qué deseos, necesidades y sentimientos tengo en relación a él y los que él tiene en relación a mí, hay que analizar cuales podemos satisfacer y cuales no.
3. Lo siguiente es comunicarse lo más ampliamente posible, para deshacer las expectativas irreales que podemos tener uno sobre el otro. Pues si yo sé que mi pareja espera que yo sea más comunicativo, o más alegre y mi estilo no es así, tengo que hacérselo ver, para evitar luego los reproches. Mala estrategia es imponer nuestros gustos o deseos, esperando que el otro se pliegue. Y peor es esperar que el otro adivine los nuestros y nos los satisfaga.
4. Evitar los reproches, las acusaciones, las indirectas. Muchos de los conflictos que se crean son por repeticiones de situaciones ya vividas en nuestra historia personal, que son difíciles de cambiar sin comprensión y paciencia. A veces uno puede ser tirano con su pareja porque así fue tratado en casa, y lo importante es identificarlo cuanto antes para buscarle una solución compartida.
5. La forma de decir las cosas suele ser a veces la causa de muchas tensiones. Hay personas que no soportan que se les grite o insulte y otras lo ven normal, pues es lo que han vivido en casa. Tenemos que adaptarnos a un estilo compartido por ambos.
6. Huir del conflicto sólo sirve para agravar la situación, pero algunas personas no pueden evitarlo, es su estilo. Habrá que buscar formas de encararlos, incluso buscando ayuda de otras personas o profesionales.
Conocerse, mostrarse, hablar, reflexionar juntos, explicarse. Pedir, escuchar, confiar, ser verdaderos…son las acciones que nos llevan a escribir en el aire nuestro particular manual de instrucciones, para no ir tan a ciegas en la relación y que ésta pueda darnos muchas satisfacciones.

septiembre de 2006

(publicado en Zero 91)

Confesar las infidelidades

No es posible dar una respuesta única a esta pregunta. Dependerá de en que consistió dicha infidelidad, del momento por el que pase esa pareja, la personalidad de cada integrante, qué fin se busca al confesarlo, y si la pareja se define como abierta o no.
Una relación de una noche puede verse como algo sin importancia, pues ha sido “solo sexo”. Lo malo es que haya continuidad y enamoramiento, pues entonces se pone en cuestión la pareja, y los celos del otro van a ser inevitables.
Al decirlo tenemos que pensar qué se busca con ello: si descargarnos de un sentimiento de culpa, o si reforzar la confianza y la autenticidad en la pareja, o el evitar daños mayores, o que se entere por otros. Se puede hacer a veces mucho daño, y hay que valorarlo. Aún en las parejas que se dicen abiertas.
Hay personas que no pueden entenderlo más que como una humillación y como una traición, pues se sienten muy vulnerables en su autoestima, y sienten que si la pareja tiene una aventura implica rechazarles o atacarles, cuando eso son interpretaciones en contra de sí mismos. Para otros puede ser signo de que la pareja se está deteriorando o que no hay amor...pero de nuevo son interpretaciones que hay que confirmarlas con más datos que un desliz sexual. Por eso al contarlo hay que tener en cuenta cómo es el otro, y cómo lo va a afrontar, dándole muestras de cariño y de reaseguramiento, si no se quiere poner en peligro la pareja. Y hay que hacerlo en las mejores condiciones de lugar y tiempo, para poder modular la reacción del otro integrante, y que no termine la conversación en tragedia. Son cosas para hablar en la intimidad, con tiempo de sobra, y sin otros agobios añadidos, si es posible.
Si nos han pillado es mejor no mentir, pues la mentira puede ser más grave que la propia infidelidad, y que haga más daño a la pareja a la larga. Aunque a la corta duela más lo otro.

Marzo 2004
(publicado en Zero 63)

No me gusta mi cuerpo

Es bastante normal que haya partes del cuerpo que nos gusten y otras que no. Lo que no debe pasarnos es que lo rechacemos globalmente. Que le tengamos aversión y nos sintamos incómodos por ser como somos. Que nos vayamos ocultando de los demás porque nos sentimos horribles, feos, desagradables...
El gusto por nuestro cuerpo se va constituyendo desde pequeños, en relación con los mensajes que recibimos de aceptación o rechazo. Los que nos rodean se encargan de marcar nuestro cuerpo con etiquetas sobre su belleza, su fuerza, su armonía, y lo vamos viviendo como feo o bonito, fuerte o débil, atractivo o repulsivo, normal o no. Independientemente de cómo sea en realidad. Y nos lo creemos de forma duradera.
Muchas personas están heridas por múltiples rechazos, y no recibieron mensajes positivos. El niño o adolescente no querido y que ha sido rechazado por su cuerpo, puede sentirse acomplejado, y puede rehuir a otros, o querer compensar su falta de autoestima con fantasías de grandeza y poder.
El estar acomplejado con el propio cuerpo puede llevar a provocar el rechazo de los otros, por reacciones inconscientes y mensajes corporales, con los que se expresa temor al otro, o inseguridad.
Es probable que muchos gays se empeñen en cultivar su cuerpo y en embellecerlo, por una necesidad desmedida de ser aceptados , queridos, como si quisieran transformar al patito feo que se sintieron de pequeños. Exponiéndose ante los demás como metidos en un escaparate de sí mismos, para que el otro los admire, sintiéndose tras el cristal. Esperando una relación profunda que no llega nunca. No viviendo el sentirse queridos de verdad, sino sólo en la medida que atraen, o seducen.
Este fenómeno se agrava con la edad, cuando los atractivos físicos que se han valorado tanto, van desapareciendo.
Es necesario cambiar un planteamiento de vida que se basa en realidad en una gran desconfianza en los otros, por el de cultivar relaciones más sólidas, amorosas y confiadas. Lo otro es pan para hoy y hambre para mañana.
El cuerpo debe ser fuente de gozo y placer, aunque no sea tan agraciado como nos gustaría. Debe ser integrado en el conjunto de nuestra personalidad, para que al perder parte de su atractivo con la edad, nuestro valor, no decaiga, ante nosotros mismos. Y tampoco sintamos que nos volvemos invisibles.
Hay muchas formas de ser atractivos y debemos descubrirlas. Pero sobre todo debemos valorar el conjunto de nuestra personalidad y de nuestros logros, para tener una buena autoestima durante toda la vida. Y sentir que somos algo más que un cuerpo deseable.

Diciembre 2001
(publicado en Zero 37)

Autoestima

La valoración y el aprecio que nos tenemos a nosotros mismos se conoce como autoestima. Se habla de “nivel de autoestima” porque ésta oscila, sube y baja, y es fácil imaginarla en una gráfica, como dientes de sierra. Sube cuando conseguimos un logro, cuando obtenemos un éxito, cuando nos sentimos queridos, cuando nos halagan, cuando comprobamos que podemos hacer algo bien o mejor de lo que creíamos. Baja cuando fracasamos, cuando nos sentimos impotentes o nos humillan, cuando nos sentimos abandonados o solos,...
Algunas personas siempre la tienen por debajo de lo normal y se muestran infelices, o siempre quejosas, pesimistas. No se sienten satisfechos con nada, incluso con los logros. Están demasiado heridas, internamente, para poder quererse a sí mismos. Y no pueden confiar en el amor de los otros.
Para aumentar la autoestima podemos hacer algunas cosas, que pueden parecer simples, pero que no siempre lo son. Una de ellas es aprender a decir que no. Ceder a los deseos del otro por miedo a desagradar, o por no crear conflicto, es una vía a sentirse poco valiosos y humillados. Afirmarse ante el otro y expresar lo que uno quiere o necesita, y lo que no quiere, ni necesita, es el mejor ejercicio de fortalecimiento de la autoestima.
Otro ejercicio es afrontar lo que posponemos o que nos crea conflicto. Sea cual sea el resultado siempre saldremos reforzados.
Y, por supuesto, cualquier tipo de vivencia amorosa: sea la amistad, una pareja, o la paternidad, son vías regias para sentirse mejores.
Pero también hay salidas falsas como el consumismo y la compra compulsiva, la adicción al trabajo, al juego o a cualquier tipo de droga. El ligue compulsivo e indiscriminado. Y todavía peor el maltrato verbal o físico a otras personas (caso típico en alcohólicos).
En estos casos mejor es buscar ayuda profesional si no queremos amargarnos y amargar la vida de todos los que nos rodean.
Hoy día, la mayoría de las personas que vienen a pedir consulta, tienen como síntoma principal una vivencia de desencanto, de falta de ilusión, de vacío interior y en definitiva muy baja autoestima. Por eso es importante detectar en uno mismo esa caída o ese estado continuado de desvalorización, para empezar cuanto antes a reforzarlo y cuidarlo, para no caer en una situación de verdadera enfermedad.
Asumirse y aceptarse como gay, salir del armario, establecer una red afectiva y de apoyo (como alternativa a la familia tradicional), y vivir una sexualidad plena, son vías específicas para aumentar nuestro tono vital, y que hemos de cuidar. Tareas en las que nadie nos puede sustituir.

Marzo 2002
(publicado en Zero 34)