domingo, 20 de mayo de 2007

Gueto sí, gueto no

La verdad es que la palabra gueto suena tan mal, que de entrada tendría que contestar que gueto no. Pues parece implicar un aislamiento forzado por la sociedad y asimilado por las víctimas, que se automarginan: nosotros.
No creo que se puedan llamar, ya, guetos a las formas de vida gay o los mundos gays que se crean en las grandes ciudades, con sus locales comerciales como centros institucionales de socialización. Son lugares muy abiertos, que no excluyen generalmente a los heteros (restaurantes, peluquerías, bares, calles, tiendas...) Y no son el único sitio de expresión de vida gay.
Permiten que la gente tenga la posibilidad de socializarse, en un ambiente protegido de rechazos y que favorece el contacto con otros gays que tienen ganas de ligar o de estar en un entorno donde expresarse y sentirse más seguros.
El llamado gueto tiene una función emancipadora y libertadora, en la medida que permite que los jóvenes (gays y lesbianas) aceleren su proceso de aceptación (le hace ver que no los “únicos”), y encuentren modelos y muestras de solidaridad con su propio proceso personal. El proceso de adquirir la propia identidad, de autoafirmarse como alguien valioso siendo gay (cuando la sociedad te rechaza) necesita de amigos, de la familia, pero también de sitios de encuentro. El mundo gay se ha diversificado, y da muchas posibilidades de conocimiento y elección.
La visibilidad que aporta influye tanto en los que lo frecuentan como en el resto de la sociedad, afirmando el derecho a existir sin su control, mostrando nuevas formas de pensar, de hacer, de lo que se puede ver. Para muchos que viven lejos de esos núcleos de reunión, el que sepan que existen, que pueden acudir ocasionalmente, si quieren, y que la sociedad va percibiendo nuevas formas de relación, les ayuda para poder dar pasos en sus propios lugares. Atreviéndose a destaparse, a expresarse sin tanto temor. Les da apoyo moral el saber que la sociedad tiene esa referencia de que existimos en masa.
Todo esto sirve como una lucha contra el silencio y el secreto, en la medida que se ha hecho tan abierto y visible. Algo fundamental para afrontar la opresión y el insulto de la sociedad. Permitiendo crear identidades colectivas positivas y afirmadoras. Y que el sujeto pueda tener un sentido de inclusión social. Aunque no se identifique completamente con el modelo que encuentra.
De hecho el gueto puede crear una cultura rígida y un tipo de modelos afectivos y sexuales que impliquen comportamientos fríos o de mutuo uso. Puede alienar a muchos por su no pertenencia al grupo hegemónico (joven, guapo, musculoso, a la moda).Potencia en exceso el consumismo, y lo comercial. Prescribiendo una cultura gay muy estrecha, que no refleja los valores y comportamientos tan variados como existen entre los gays.
Este inconveniente, es un inconveniente menor, en la medida que somos libres para seguir o no esas influencias, en la medida en que nos demos cuenta de esa determinación social de nuestras conductas. Pero las ventajas son hoy día mayores, en la medida que es necesario formar una colectividad visible, que nos ayude a defendernos del heterosexismo y la homofobia. Que interpele con su presencia a la sociedad, y nos permita vivir, mejor que peor, nuestras aspiraciones sexuales y afectivas.
El que existan estos lugares reservados (cada vez menos excluyentes) no nos obstaculizan para realizar nuestras vidas profesionales y familiares. Aunque para algunos signifiquen todavía una “doble vida”.
La vida social gay ha cambiado mucho en los últimos años y seguirá cambiando mucho más. No es un modelo cerrado, ni tampoco necesario. Dependerá del momento histórico que vivamos en relación a la sociedad. Y por ahora lo que no debemos es bajar la guardia, pues la homofobia sigue muy presente a nuestro alrededor, e incluso en nuestras propias cabezas.

Septiembre 2003
Zero 56

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