martes, 1 de enero de 2008

Pero…¡si ya lo saben!

¿Tienes ya 30 o 40 y aún no se lo has dicho a tus padres? ¿De verdad, crees que no lo saben? Si es así,¿para qué seguir ocultándolo? ¿Cuántas navidades más te van a preguntar por si tienes novia, sabiendo que no has salido con ninguna en los últimos 15 años?

Mucha gente no puede decirle a los padres que son gays o lesbianas. Se va posponiendo indefinidamente, con unos costes personales enormes, para todos los miembros de la familia. Siempre ocultando la realidad de la sexualidad propia, de las posibles parejas, de las preocupaciones afectivas. Se crea un muro de incomunicación, que hace que las visitas a casa, las llamadas por teléfono, las preguntas interesadas o curiosas, se sufran como amenazas. Y uno acaba distanciándose innecesariamente. Mutilando una parte de su vida.

Mejor decirlo cuanto antes y para eso vamos a ver algunos aspectos a tener en cuenta:

1. El que los padres puedan denigrar abiertamente la homosexualidad, no significa que llegado el caso no acepten a “su hijo” como tal.

2. Para los padres la homosexualidad de su hijo, puede ser un secreto a voces, pero que por pudor o por no querer herir al hijo, prefieran no preguntar directamente, y más bien esperan que sea éste el que saque el tema.

3. Pueden saber y no saber al mismo tiempo. Prefieren ni pensarlo.

4. Cuando se les dice, se enfrentan a lo temido, y no se puede pretender que la respuesta inmediata sea de aceptación, sino de molestia, irritación, confusión…

5. Todavía hay padres que apartan a sus hijos de su lado. Pero no significa que la causa esté perdida. Hay que trabajarse a los padres para que acaben aceptándonos.

6. Ellos tienen que hacer un duelo por la pérdida del “hijo heterosexual” y por los proyectos que eso implicaba.

7. Si uno es mayor e independiente, debe decirlo, aunque los padres no estén a favor. Al menos se gana en autoestima, en seguridad en uno mismo, en sentido de que se tiene derecho a vivir y a ser persona. No se puede estar renunciando a ese derecho, por miedo a que nuestros padres se enfaden. No son los únicos que importan.

8. Se pueden aprovechar las vacaciones de Navidad, en las que se vuelve a casa y se está con más familia, para decirlo en vivo y no por teléfono, buscando algún apoyo en un hermano u otro familiar. Pero no dejarlo para el último día, pues los padres deben tener tiempo para digerirlo, y poder seguir preguntando más detalles: sobre estilo de vida, sobre sexualidad, sobre amigos o parejas, sobre su temor al SIDA…

9. Hay que tener respuestas preparadas sobre que la homosexualidad no es una enfermedad, que somos normales, que es una manera de ser no elegida, que no es culpa de nadie, que no es tara, vicio o degeneración. Que no hay que tratarlo pues no es una enfermedad. Que no es algo que sea pasajero o que se dude sobre ello. Y si es necesario se les puede llevar algún libro explicativo, para que puedan leer, o alguna información impresa sacada de la red.

10. No decirlo nunca es un índice de nuestra propia homofobia interiorizada, y por tanto de la dificultad para poder ser plenamente feliz como gay. Si yo no me acepto, no podré vivir una vida plena jamás.

noviembre 2006
Zero 92

2 comentarios:

Pablo Salvador dijo...

que buen post muy creible, la verdd yoc reo fundamental salir del coset y vivir en paz si la familia lo rechaza a uno pues problema de ellos la vida sigue. Primera vez que te visito un agrado.

José Ignacio Díaz Carvajal dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Realmente es importante para dejar de sentir vergüenza o culpa, por ser como somos. Son ellos en todo caso los que tienen que superar su homofobia y sentirse culpables o avergonzados si nos lo hicieron pasar mal a causa de su ignorancia, o su ideología sesgada.