viernes, 20 de febrero de 2009

Cuando la pareja se rompe

Toda relación de pareja, cuando llega a su fin, produce dolor, sensaciones de pérdida o abandono, cierto temor a la soledad. Llegado ese momento se debería intentar que la ruptura sea lo mejor posible, planteándola como una fase que “tenía que llegar”, pero que puede permitir a los dos integrantes de la pareja crecer, madurar, recuperar la libertad...y en el futuro, incluso, recuperarse como amigos, cuando las tensiones pasen y las emociones no sean tan fuertes.

La pareja debería tener en cuenta, casi desde sus inicios, que “lo más seguro es el adios” (parafraseando a Pedro Salinas) y que si tiene que suceder, es importante llegar a esa solución cooperando, dialogando. Nadie posee al otro; si se está juntos es por el mutuo deseo, por el mutuo amor.Si esto no se da, la disolución de ese vínculo puede ser necesaria.¿Por qué afrontarlo como una tragedia? Quizás sólo sea un paso más en la vida.
Es verdad que uno de los dos puede seguir “enamorado”, o crea que depende del otro para vivir y ser feliz. Pero si el otro no quiere seguir, a pesar de haberlo intentado, es mejor dejarle ir. ¡Qué dificil es dar esa libertad en la pareja! Cuando tendría que ser una idea que alimentara el amor de ambos, la idea de que la libertad y el crecimiento del otro son tan importantes como nuestra necesidad de amar y ser amados.
Es importante analizar el temor a quedarse solo, y la creencia de que sin la otra persona uno no es nada o no se va a poder vivir. Pues antes de esa relación existía la vida, uno podía tener iniciativas, actitudes, aficiones, que igual quedaron relegadas durante la relación con esa pareja.
Aunque nos lo parezca esa persona no es imprescindible. Muchas veces se puede argumentar que uno ha sacrificado su vida por el otro, o que ha perdido oportunidades por esa convivencia. En el caso de que fuera así, habría que poder hablar de compensaciones, incluso económicas (como se hace en los matrimonios cuando se divorcian o se separan).
Todo esto puede parecer muy racional y que rompe con la idea de una relación pasional amorosa. Pero es verdad que la pasión no debe impedir la razón y que el amor, que se instaura progresivamente en una pareja, no se basa solo en la ofuscación de un primer momento, que llamamos enamoramiento, sino en decisiones voluntarias relacionadas con la responsabilidad y el compromiso con el otro, que llevan a decidir vivir con el otro y a querer amar, cuidar y responsabilizarse del otro, como un compromiso voluntario. Este compromiso, que a veces se concreta en matrimonios y otras sólo en un pacto implícito de amor y de convivencia, es más racional que pasional.¿Por qué no hacer un acuerdo de disolución de la pareja, para proteger al más debil económicamente, o al que vaya a ceder derechos en beneficio del otro?
Por eso la disolución debería ser también más racional que pasional. Si no se busca el sentirse víctima, ni tampoco se quiere dramatizar en exceso.
Y entiendo que en casos de infidelidad, de maltrato físico o psicológico, es más difícil no caer en el victimismo. Pero aunque seamos verdaderas víctimas, la cuestión es no quedarse atrapados en ese lugar de forma indefinida y dolorosa, sino intentar quitar importancia, en la medida que curemos nuestras heridas. Y pasar página cuanto antes. Haciendo el duelo por la relación perdida y por todo lo que con esa pareja se deje atrás: personas, lugares, etc.
El perdón y las ganas de volver a disfrutar de la vida deben ser los motores que nos lleven a cerrar cuanto antes estas heridas. Y volver a confiar en los demás.
Habrá que aprender de la experiencia, para ver si se está repitiendo otra vez un tipo de relación que nos ha llevado de nuevo a un fracaso amoroso, y en ese caso habrá que analizarse, para ver porqué se “necesita” repetir estas experiencias, para ver como evitarlas.
Y para prevenir la soledad es muy importante no haberse aislado en esa relación, haber sabido conservar amigos, intereses personales, aficiones, que llegado el momento de la ruptura nos hagan de red de apoyos y de sostén para ese periodo de duelo que habremos de vivir.
Como consejo final, no obsesionarse con substituir enseguida a la persona perdida, pues se corre el riesgo de repetir la historia, o de no digerir la pérdida y no darse tiempo para confirmar la separación.

Libros:
La pareja rota, de Luis Rojas Marcos. Espasa.
Amar sin sufrir. María Jesús Álava Reyes. La esfera de los libros.
10 consejos básicos para el hombre gay. Joe Kort. Egales

Zero 115
escrito en Diciembre 2008

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