miércoles, 13 de junio de 2007

Vacaciones

En tiempo de vacaciones es importante reducir el ritmo vital y acompasarlo al ritmo biológico (dormir cuando apetezca, comer cuando haya hambre) y recuperar el contacto con la naturaleza. Es un momento para re-crearnos, para deshacer los vicios adquiridos durante un año de monotonía y rutinas, y retomar una senda interior y personal de cultivo propio y cultivo de la amistad y el amor.
Tenemos la oportunidad de desconectar del tener-que-demostrar, del competir, para limitarse a ser uno mismo. Adueñarse de uno, aposentarse en nuestro terreno propio y sentirse como en casa. Esto implica adueñarse también del lugar a donde viajemos, integrarlo y percibirlo como un lugar de acogida donde experimentar bienestar físico y psíquico.
Podemos buscar vivencias que nos conecten con lo más íntimo de nuestro ser, vivencias de lo sublime: sea la inmensidad del mar o del silencio de la montaña. Sentimientos que nos hacen sentir humildes, vivir lo espiritual que nos habita, conectar con sensaciones de pérdida de límites y ausencia de responsabilidades.
Desde esa distancia, retomar el sentido de nuestra vida y de nuestras obligaciones, gracias a saberse a muchos kilómetros, respirando otros olores, contemplando otras flores, percibiendo otra luminosidad en el cielo, escuchando otras voces.
Se da una apertura de los sentidos, que nos permite incorporar como haría un niño que observa y toca todo lo que ve. Acumulando experiencias , sintiendo que estamos vivos y que la vida nos pueda aportar mucho, como esos momentos de sobrecogimiento (que implican belleza y temor a la vez). El viaje permite recuperar aspectos como el juego, el verdadero ocio, el dejar pasar el tiempo contemplando con los ojos muy abiertos lo que nos pase por delante. Nos permite recuperar la ilusión, la fantasía, para ver las cosas con interés, con ojos renovados.
El viaje nos puede hacer mejores si incorporamos esta serie de experiencias. Lo importante pasan a ser estos momentos intensamente vividos, auque sean de calma y silencio, que quedan grabados profundamente. Los recuerdos podrán ser gestos, ciertos olores, un presencia en la atmósfera, un ambiente en una calle...
Una alternativa a esta forma de viajar es la de llenar nuestro cuerpo de estímulos potentes como consumo, música, baile, pastillas, sexo, buscando sacudirnos para salir de nuestro letargo interior, de la apatía y la falta de ilusión vital o buscando el vaciarnos y anonadarnos. En esos casos la vuelta a casa confirmará la sensación de hastío y de vacío interior, pues no se ha transfigurado nada internamente que permita afrontarla con mejor ánimo.


junio de 2003
Zero 53

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