jueves, 8 de febrero de 2007

Gays tardíos

El proceso de toma de conciencia sobre la propia identidad gay es algo personal e intransferible. Por supuesto que con grados muy diferentes para cada uno en función de sus circunstancias personales. Para uno será algo así como “siempre supe que era gay y me parece bien”, pero otros tardan bastante en darse cuenta de que lo son, o si lo intuyen, tardan en aceptarlo. No conciben que eso tenga que ver con ellos y tienen como un velo que les tapa sus deseos profundos. Van dándole vueltas al asunto en forma de preocupaciones, de dudas, hasta que un día acaban abriendo los ojos, y consiguen decirse a sí mismos que son homosexuales. Normalmente con mucha angustia, soledad y sufrimiento. Aunque luego venga un sentimiento de liberación.
Puede ser con veintitantos, con treinta, a veces más años. Igual ya están casados y con hijos. Quizás lo vivieron como algo ajeno a la propia identidad y tuvieron encuentros ocasionales. O lucharon con un deseo que no querían tener.
Y es que nunca es fácil decidirse a ser gay. Estamos tan condicionados por las expectativas familiares y sociales, a que seamos heterosexuales, que necesariamente se tiene que dar algún tipo de conflicto interno (y externo) acerca de esa toma de decisión de que definitivamente soy gay. Pues se parte de una creencia social incuestionable: toda persona es hetero mientras no se demuestre lo contrario.
Cuando uno se decide a asumirse como gay cambia el horizonte personal, las fantasías sobre el futuro: ¿Ya no me voy a casar y tener hijos? ¿Qué van a pensar y cómo van a reaccionar mis padres cuando se enteren? ¿Y los amigos o hijos?¿Y las demás personas que quiero? ¿Van a pensar que les he engañado todo este tiempo? ¿Es definitivo? ¿Estaré equivocado o incluso es esto algo malo o una enfermedad?
Entre los pensamientos de duda es normal que aparezca todo un repertorio de argumentos y razonamientos homófobos, puesto que se parte de una negación radical del tema: pensar que puede ser pasajero, que es una enfermedad, que es una desgracia para uno y para la familia, que se es alguien malo o vicioso, o que uno va a quedar condenado a la soledad y al rechazo para siempre.
La familia en estos casos no suele ser favorable al tema y es difícil que haga nada positivo, aunque no es lo mismo el que nace en una familia en que los padres son muy favorables a la posibilidad de un hijo gay, a el que nace en el seno de una familia muy conservadora y religiosa que vería con horror que su hijo pudiera venirles con ese “problema”. Y que intentarían por todos los medios cambiarle o impedirle el desarrollo de su deseo.
Cuanto más tarde se da el paso, más costoso suele ser, debido a toda la imagen social que se deberá cambiar, y más fuerte y consolidada será la represión interna que se debe vencer.
Quizás se tengan relaciones muy desprovistas de afecto y esporádicas, como para no comprometerse con nadie y así no comprometerse con uno mismo en la propia homosexualidad. 0 se enamore de la primera persona que aparezca en el horizonte, un “ángel salvador” que va a liberarle de años de encierro. Es fácil que esa pareja no sea definitiva: Con el tiempo se irá dando cuenta de lo que puede vivir y de lo que le da y lo que no esa pareja. Al coger seguridad en sí mismo quizás quiera probar otras relaciones, por novedad o por placer, y esto le lleve a querer abandonar esta pareja, en la que se metió precipitadamente.


agosto de 2005
(publicado en Zero 79)

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