Muchas parejas toman sus decisiones mediante una fórmula que puede ser cómoda durante un tiempo, pero a la larga va a crear diferentes problemas: uno de los dos cede siempre o casi siempre.
La anulación de los deseos y necesidades propios no es la forma de construir una pareja, ya que produce frustración, apatía, desvalorización y pasividad. A la larga mucho resentimiento.
Puede ser que esa apatía o esa pasividad provengan de una auto-desvalorización, lo que hace que uno no se crea con derecho a expresarse o pedir. Pero la frustración de los deseos se queda latente y favorece de nuevo la desvalorización y pérdida de autoestima.
Por supuesto que en una pareja sana hay que ceder, ya que no siempre se coincide en las ideas, necesidades o deseos, pero hay que llegar a esa cesión por consenso, con una actitud justa, sin mucha desigualdad, en la que nadie quede vencido, y que tenga contrapartidas amorosas: Cedo por que me quieren, y porque quiero al otro.
No puedo estar cediendo siempre, empobreciéndome personalmente, y sin recibir a cambio casi nada. La pareja debe ser fuente de crecimiento, de estímulos positivos, de apertura a nuevas posibilidades de expresión del propio ser. Si solamente nos estamos coartando, no vamos a ningún sitio juntos.
Las causas pueden ser el temor al abandono del otro, o a su violencia, o a su carácter rígido o dominante. La tendencia a evitar conflictos, porque no se pueda soportar las tensiones o gritos. O, a veces, es una creencia en que al ceder uno es más “bueno” o más feliz. Pero insisto que no puede ser siempre a costa de uno solo.
Algunos ceden para no tener que mojarse y tomar sobre sí las responsabilidades. Si algo no sale, la culpa será del otro.¡Qué cucos!
octubre 2003Zero 57
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