miércoles, 26 de septiembre de 2007

Bibliografía básica sobre psicología y parejas gays y lesbianas

La experiencia homosexual. Para aprender la homosexualidad desde dentro y desde fuera. Marina Castañeda. Paidos. 1999
La nueva homosexualidad. Marina Castañeda. Paidos. 2006
10 consejos básicos para el hombre gay. Joe Kort. Egales. Madrid 2005
Cómo se vive la homosexualidad y el lesbianismo, Sonia Soriano Rubio. Amarú ediciones, Salamanca 1999.
Hasta en las mejores familias. Todo lo que siempre quiso saber sobre la homosexualidad de sus hijos, familiares y amigos pero temía preguntar.Jesús Generelo. Egales 2004.
¿Entiendes o qué?, Terry Sanderson . Mondadori (Mitos autoayuda) Barcelona, 2001
Más que amigas. Jennifer Quiles. Plaza y Janés. Autoayuda. Barcelona 2002.

Sobre temas más generales y sociales:

Homografías. Ricardo Llamas y Francisco Javier Vidarte. Espasa. 1999.
Extravíos. De los mismos autores. Espasa. 2001 (agotado, descargable gratuitamente en pdf en la página de www.hartza.com )
Reflexiones sobre la cuestión gay. Didier Eribon. Anagrama.. Barcelona 2001.
Para entendernos. Diccionario de cultura homosexual, gay y lésbica. Alberto Mira. Ediciones la Tempestad. Barcelona 1999
Una historia natural de la homosexualidad. Francis Mark Mondimore, Paidos contextos. Barcelona. 1998

domingo, 16 de septiembre de 2007

¡Si tú me dices ven...lo dejo todo!

El enamoramiento es de los fenómenos que más nos pueden trastornar en nuestra vida. Hay gente que decide casarse sobre la marcha, o irse a vivir juntos, sin haberse dado tiempo a conocerse mejor.
Para algunos es tanta la necesidad de encontrar a alguien, de sentirse plenamente queridos, de encontrar sentido a su vida a través de una relación, que en cuanto se enamoran empiezan a dar pasos en falso, que luego les llevan a decisiones totalmente precipitadas. Y las más llamativas son las de dejar el piso propio y meterse en el del recién conocido, irse a vivir con el novio a otra ciudad, o abandonar incluso el trabajo, para aventurarse a una nueva vida con el amado, en un rapto de pasión y locura transitoria.
Lamentablemente el enamoramiento no es garantía de que una relación vaya a buen puerto. Ponemos demasiadas atribuciones en el otro que son nuestras y no de él o ella (su orden, su honestidad, su fidelidad, su bondad, su diligencia, su capacidad de cuidar…).
Por eso es tan importante darse un tiempo de prueba, de noviazgo (en el sentido antiguo de la palabra), para conocerse, para que se disipe algo el delirio del enamoramiento, ese espejismo que nos hace creer que hemos encontrado el paraíso en la tierra, la persona anhelada, la solución a nuestros problemas, el sentido a nuestra vida…
En ese tiempo podremos ir conociendo los aspectos negativos del otro que no hemos percibido al inicio, (su egoísmo, su falta de ternura, sus manías, su tendencia a los celos patológicos, su agresividad o incluso maltrato…) y ver si el amor puede ir construyéndose en esa relación, si puede tener consistencia un proyecto en común, si hay madurez suficiente para sostenerla en los momentos de crisis.
No podemos dejarnos arrastrar solo por la ilusión del principio, o por el deseo y el buen sexo. Si sale mal podemos sufrir muchísimo y durante mucho más tiempo de lo que dure la felicidad inicial.
Dejarlo todo puede parecer una valentía, pero las más de las veces puede ser una idiotez. Sacrificar lo propio, para embarcarse en algo que puede zozobrar con facilidad.
Acabar de náufrago es peor que permanecer un poco más de tiempo preparando el viaje.

Vivir intensamente no impide cuidarse o prever los batacazos. Y muchas veces son personas que no pueden vivir su independencia, las que más inclinadas se sienten a entregarse totalmente, porque no saben vivir su propia vida.
Algunas sugerencias
• Tomarse un poco más de tiempo antes de precipitarse con cambios importantes: dejar un trabajo, una ciudad, una vivienda…
• Tener en cuenta que el enamoramiento inicial dejará paso a una época de mayor conocimiento del otro y de rutinas, que nos permitirán decidir mejor.
• Convivir un poco antes de mudarse a vivir juntos definitivamente.
• Tener en cuenta fracasos anteriores, para ir con pies de plomo y valorar si no estaremos repitiendo de nuevo un patrón que nos lleva a estrellarnos.
• No solo debemos guiarnos por nuestros sentimientos. La razón debe ayudarnos a valorar los pros y contras de nuestra decisión.
• No cegarse a temas evidentes como que nuestra pareja bebe en exceso, o se droga, o es violento, o inconstante, o tiene una gran historia de infidelidades…Porque lo amemos no va a cambiar.
• Especial cuidado si esta relación es la primera tras muchísimo tiempo anhelando una.
• Tener previstas salidas si todo falla.
• Una relación no debe ser “la solución” a nuestros problemas vitales.

mayo de 2007
Zero nº 98

Ser gay, ¿un asunto privado?

Escucho a ciertos homosexuales decir que eso de ser gay es, exclusivamente, un asunto personal, y que pudiendo vivir su sexualidad en privado, sin que los que les rodean o sus familiares lo sepan, pueden ser felices. Que les basta tener un novio o poder ligar, y que así desarrollan su vida perfectamente. Pues la diferencia está en el sexo, y que por lo demás no son diferentes del resto de las personas; que no se identifican con los gays que conocen, y sus modos de vida; que no tienen que participar de ninguna actividad específicamente gay; sea ir a bares, o tener un grupo de amigos gays, o asociarse a un colectivo, o manifestarse.
Creo que esta postura esconde, muchas veces, la interiorización del discurso homófobo. Y, detrás, está el rechazo a identificarse, o a ser identificado, con los demás gays. Que se tiene una imagen degradada de sí mismo. No se desea pertenecer a ese grupo de estigmatizados; de los que la sociedad tiene una imagen parcial y, casi siempre, caricaturesca.
Asumirse como miembro de un grupo social, y solidarizarse con los otros gays, es la manera más adecuada de combatir el proceso de rechazo social interiorizado. Esto no implica tener que ser de una manera que uno no es.
El aislamiento y la vida en secreto de la propia afectividad denotan una actitud de vergüenza; demuestra que se cree uno lo que la sociedad piensa: que ser homosexual es solo cosa de sexo y no, también, de amor; de otras formas de entender la vida. Implica aceptar el recortar la propia vida a gusto de la sociedad
Con esto no digo que haya que salir del armario a la fuerza, sino que se debe integrar uno lo más posible en su entorno, para no transitar solos, cargados de angustia, sin poder desarrollar plenamente su personalidad; sin poder disfrutar de cierta visibilidad, que les permita “reflejarse” en los otros y “reconocerse a sí mismos”.
Por otro lado uno no puede ser autónomo y libre individualmente, sino consiguiendo que se cambie la imagen social que se tiene de ser gay. Hasta que no tengamos todos los derechos de cualquier persona, no nos sentiremos completos.
Si uno permite el insulto a otros gays, absteniéndose de opinar, quedándose en silencio, está favoreciendo el odio al homosexual, y su propio auto-odio, así como, el sentirse humillado y cobarde.
Salir del armario sigue siendo una opción personal, que debe ser muy meditada y situada en el contexto de cada uno. No todo el mundo puede afrontar el rechazo que puede encontrar si lo hace. Pero al menos debe intentarse en el máximo grado posible.

marzo 2002
Zero nº39

Ocultación

Para la mayoría de gays y lesbianas la ocultación de uno mismo se convierte en lo cotidiano, en lo natural; se vive en secreto la atracción por el mismo sexo, se reprime el deseo, se frena la ternura, se representan actitudes con las que no hay una verdadera identificación.
Esta ocultación se inicia en la niñez y continua, cuando se ha salido del armario. Existen muchas situaciones en las que resulta difícil, si no imposible, mostrar lo que uno es ( en el trabajo, con los padres, con extraños). Y la opción por la visibilidad no se hace de una vez y para siempre, sino que se decide continuamente acerca de si compensa o no mostrar abiertamente la propia homosexualidad..
Se nos impone el silencio; o bien una sutil tarea de simulación, que nos obliga a ser actores forzosos, y que nos hace perder espontaneidad y la confianza en las relaciones humanas. Moldeamos un estilo de vida con una división interna entre lo que se puede o no expresar, y esto afecta de forma indeleble a nuestra personalidad, enrareciendo incluso las situaciones en las que deseamos mostrar nuestros verdaderos sentimientos. El hábito de desconfianza y de ir embozados termina impidiéndonos ser realmente como somos. Se llega a no saber lo que realmente se siente.
A veces uno se puede mostrar frío, distante; o al contrario, muy obsequioso y atento con el otro. Otras veces se muestra una actitud autosuficiente: en apariencia no se necesita a nadie, las cosan resbalan, o surge un comportamiento cínico y pesimista ante los problemas de los demás; o se expresa uno de forma poco clara o ambigua.
¿Cuánto de nuestra personalidad ha quedado oculto para siempre? El gay, que ha aprendido a “no comunicarse”, para evitar el insulto, debe desaprender esta actitud de incomunicación, y retomar de nuevo la palabra.
Los lugares de socialización gay, son vías de escape para esta situación, pero la marca ya está impuesta: en lo afectivo, en lo sexual, en el cuerpo.
No sólo es cuestión de poder hablar de nuestra homosexualidad, soltar alguna pluma, o poder ligar; es cuestión de poder abrirnos al otro auténticamente y confiar en que no nos dañará, con actitudes o comentarios, por ser uno mismo.
Revertir tantos años de encubrimiento exige esfuerzo. La desconfianza con la que se vive impide durante mucho tiempo un compromiso real con los demás, no facilita ni la verdadera amistad, ni una relación erótica y afectiva profunda con el otro.
La prueba de fuego se dará en la intimidad: en ella descubriremos si somos capaces de expresar nuestros verdaderos deseos, nuestras necesidades, nuestros intereses y sentimientos.

julio de 2001
Zero nº 30

Auto-rechazo

Hay gays y lesbianas que inhiben sus aspiraciones a conseguir determinado puesto de trabajo, tener una pareja estable, o hijos. Otros boicotean, permanentemente, todo lo que puede acercarlos al bienestar, a una vida armónica consigo mismos y con los otros. Son muchos los que viven excesivamente aislados, infravalorando sus capacidades intelectuales y emocionales. En ocasiones se les ocurre fantasear con la idea de redirigir la vida hacia una heterosexualidad imaginaria. Algunos no practican sexo seguro, a pesar de estar bien informados sobre los riesgos que corren.
Estos pueden ser signos de la falta de aceptación de sí mismos; y no sólo un resultado simple o automático de los obstáculos que se encuentran en la realidad.
El auto-rechazo toma formas sutiles, que podemos detectar al pasar por situaciones que nos producen culpa o vergüenza y que creeríamos vivir sin especial dificultad si fuéramos heterosexuales.
El niño que luego llegará a ser un adulto gay, recibe continuamente mensajes que le refuerzan en la idea de que “no se puede ser homosexual”. La vida está montada, proyectada, hacia la heterosexualidad. Los padres y los círculos sociales que rodean al niño van ofreciendo modelos con los que identificarse en los que no se integra la posibilidad de ser gay o lesbiana; no se piensa que se pueda ser padre, abogado, mecánico, bombero, y además gay.
Uno no sabe lo que es bueno o malo por sí mismo hasta que es adulto, mientras tanto ve las cosas con los ojos de los demás. ¿Con qué imagen de sí mismo convive el niño que se percibe “diferente” si lo que desea (y no puede elegir) recibe nombres tan temidos como “mariquita” o “tortillera”?
Llegar a ver lo homosexual como algo bueno y deseable es el fruto de un proceso largo y denso, en el que nos deshacemos de los mensajes negativos recibidos y de las falsas creencias que los sustentan. Estos mensajes los tenemos grabados con tanta intensidad que pasamos muchos años en la tarea de borrarlos. Y no sólo son mensajes, sino hábitos de comportamiento (por ejemplo: restricción en la expresión de los afectos) y actitudes que compensan la propia desvalorización (como una excesiva preocupación por la apariencia personal).
Con cierta frecuencia, muchos gays asumen como un hecho incontrovertible que no es posible llevar una vida feliz siendo gays. Es una tarea importante y enriquecedora preguntarse por cómo el auto-rechazo afecta a la propia vida, y ver qué cambios podrían realizarse para mejorar el concepto que se tiene de uno mismo como persona.

junio de 2001
publicado en Zero nº 29