martes, 6 de mayo de 2008

Aceptar ser amados

Muchos gays dicen que no encuentran la persona adecuada de la que enamorarse. O si se enamoran, que la relación no puede durar, porque el interés y la atracción sexual desaparecen enseguida. Y no es porque no se esfuercen en amar a la otra persona, pero no les satisface y lo dejan. ¿Qué puede ocurrir?

Voy a contar el caso de Pedro. Un chico atractivo, con muchas cualidades intelectuales y físicas. Que se desenvuelve bien en el ambiente y no le cuesta trabajo ligar o llevarse alguien a casa. Pero no consigue que sus relaciones duren más allá de un par de meses. Y no deja de intentarlo, pero fracasa siempre. Cree, en el fondo, que los gays no servimos para crear parejas. Y que mejor se dedica a su trabajo, a su casa, a sus amigos. Piensa seguir aprovechando las oportunidades de tener sexo, cada vez que aparezca, pero no piensa ilusionarse de nuevo.

Su infancia fue la de un niño poco atendido por su padre, siempre ocupado en el trabajo y que prefería a su hermano menor, que le parecía más masculino, o al menos que compartía con el padre sus aficiones: fútbol, salir de caza, cosas así. Pedro estaba más apegado a su madre, y con más interés por actividades artísticas, toca un instrumento musical, es más sensible, expresa más sus rabietas y llora con frecuencia. Comparte con la madre ciertas confidencias que esta le hace, debido a su distanciamiento del padre, con el que desde muy pronto dejó de llevarse bien.

Pedro se siente muy obligado a contentar a su madre, y siente que ésta le asfixia un poco con sus exigencias de amor, de dedicación, y que ella está más interesada en sus logros artísticos o escolares, que en lo que verdaderamente le pasa. De hecho, él jamás le dijo que era gay, a pesar de lo mal que lo pasó en el colegio, intentando ocultar lo que sabía desde los 12 años. Por agradarle a ella, intento salir con algunas chicas, así como para ganarse la complicidad de sus compañeros, con los que mantenía cierta distancia emocional.

Pedro siempre se sintió rechazado por su padre y nada comprendido por él, y su madre le resultaba asfixiante. No se sintió, nunca, verdaderamente merecedor de cariño, por quién era, sino exclusivamente por sus logros académicos y por sus cualidades artísticas; y solo por su madre. Esto le llevó a crearse una idea inconsciente de que no merecía la pena intentar una relación duradera de amor con otro hombre, pues antes o después vendría el rechazo o la asfixia. (Se repetiría el rechazo vivido por su padre, o la asfixia y el exceso de demandas por parte de la madre).

Para él se convirtió la vida en un lugar sin posibilidad de recibir un amor reconfortante y placentero, que no implicara demasiados riesgos: el de ser rechazado o abandonado, y el de ser muy exigido. Eso no le impedía intentar enamorarse o amar a otros, pero ¿cómo tener éxito, si en lo más profundo de sus convicciones no podía creer en ello? ¿Si su experiencia, a lo largo de su desarrollo, fue la de que el amor auténtico no es posible?

Para muchos gays que han sufrido una falta de amor y una dificultad para tener una buena auto-estima y desarrollar la capacidad de quererse a sí mismos, es muy difícil el crear relaciones duraderas amorosas con otros hombres. La propia idea de que la homosexualidad es algo rechazable por los demás, les hace también rechazarse ellos mismos, y no esperar vivirla a través de relaciones amorosas duraderas, sino en todo caso a través del sexo, en relaciones sin profundidad afectiva, y muchas veces ocasionales.

Esta falta de creer en el ser queribles por sí mismos, les puede hacer rechazar profundamente la idea de que nadie va a quererles nunca de verdad, y no pueden confiar en encontrar una relación en la que verdaderamente reciban amor, cuidado, dedicación. Lo pueden boicotear, inconscientemente, llegando a provocar el rechazo del otro, de muchas maneras: por su frialdad o su desapego. O siendo ellos mismos los que abandonen precipitadamente la relación en una búsqueda de otra persona más idónea, más perfecta, que les dé algo que, no saben expresar, pero que no es lo que tenían con esta pareja, de la que se han desenamorado enseguida.

El haberse sentido poco amados de pequeños, o poco comprendidos, o incluso rechazados, deja una serie de estragos en la personalidad, entre los que se encuentra esta incapacidad para amar, pero sobre todo para recibir el amor que aunque se les dé, no pueden, inconscientemente, aceptar.

Zero 106
marzo 2008

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