Hace solo unos años que se popularizó el movimiento Slow, gracias, entre otras cosas, a la publicación del libro de Carl Honoré “Elogio de la lentitud”. En diferentes partes del mundo se iban agrupando gente para vivir y realizar todo tipo de actividades de forma más lenta y consciente. Desde comer al ejercicio físico. El urbanismo, las relaciones, el trabajo, el sexo, todo podía ser repensado de una manera “Slow” y hoy en día muchos grupos se preocupan de reflexionar, de organizarse y vivir, de esta manera.
Si ha surgido un movimiento Slow, es por la situación de desboque, de hiper-excitación en la que nos movemos . Estamos acelerados, y esa aceleración se la imprimimos a todo. Así ¿como podemos observar la realidad, conocerla a fondo y disfrutarla?¿Cómo podemos conectar con nuestro verdadero ser, con nuestros deseos o necesidades?
Pasamos de una actividad a otra, de una persona a otra, sin apenas interiorizar lo que vivimos, sin hacerlo nuestro. Al final acabamos hastiados, agresivos,estresados, consumidos en un frenesí que nos lleva a una situación de vacío existencial.
Esto se nota sobre todo en las relaciones. ¡Con que facilidad se consumen los encuentros! Predomina la cantidad frente a la calidad, sobre todo en el terreno sexual, en dónde lo que importa es unas nueva conquista , pero no conocer al otro, o profundizar técnicas amatorias, o llegar a querer...
Nos conformamos con relaciones planas: con nuestras parejas, con los hijos, con los amigos. Es suficiente ver esa imagen que nos dan o que damos, pero no llegar a meternos en el mundo propio del otro, conocer cuales son sus deseos verdaderos, sus preocupaciones, su ser. A veces no podemos decir nada sobre las personas que le importan a nuestra pareja o cuales le producen conflictos; o que piensa sobre temas importantes de su vida. No conocemos apenas su historia vital.
Cuando utilizamos expresiones como vivir una vida plena, disfrutar a tope, llenar la vida, saborear las cosas...estamos indicando que lo verdaderamente valioso en la vida, necesita tiempo para ser vivido. Que, por ejemplo, no se puede improvisar una amistad, sino que se construye a lo largo de muchos encuentros y durante mucho tiempo.
Cualquier conocimiento de las cosas necesita ser profundizado para que tenga un verdadero valor. Lo otro es sólo un barniz. Necesitamos decantar los conocimientos a lo largo de los años, no de los minutos. Sintiendo calma interior, concentración. Sin eso ¿cómo se puede crear? ¿Cómo decidir por nosotros mismos?
La meditación ayuda a centrarse, a aquietarse, a tener una visión más amplia de las cosas. También ayuda el yoga, o el Pilates, o el Tai Chi. Lo mismo que el caminar, observando todos los detalles de lo que rodea, y del propio andar. La cuestión es que el cuerpo se integre de una manera, en la que no se le fuerce, sino que participe de una unión con la mente, que ayude a sentirse en armonía, en equilibrio.
Son técnicas que ayudan a pacificarse, a serenarse. Ayudan a pensar de forma más creativa, reduciendo el estrés y activando la parte del cerebro que nos hace descubrir soluciones intuitivas. Para a ser más globales y no tan analíticos.Nos hacen tomarnos tiempo para apreciar la vida.
Otras actividades interesantes para enlentecerse son la lectura, o la jardinería, hacer punto, cocinar, charlar con la familia, pintura, música...El sexo tántrico con sus sesiones largas de juego amoroso, sin prisas, valorando más el camino, que el llegar.
Vivimos en una cultura de lo inmediato,del no saber esperar, de no aceptar ni tolerar ninguna frustración. Esta cultura es individualista, narcisista, no cuenta con el otro, sino solo con la satisfacción propia. Al final es insolidaria, y hace la vida menos vivible.
Necesitamos una nueva escala de valores, que nos lleve a tomarnos el tiempo para disfrutar y saborear del trabajo bien hecho, las relaciones, el ocio y la propia vida.
escrito en octubre 2008
publicado en Zero 113
1 comentario:
Me ha encantado Ignacio. Tomo buena nota jeje
Un abrazote!
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