domingo, 19 de octubre de 2014

La falta de sueño: Un epidemia de nuestro tiempo

En general se desconoce la importancia del sueño y las funciones que cumple en el funcionamiento normal de la persona.
Mucha gente sigue creyendo que dormir es una pérdida de tiempo, y que lo mejor es luchar contra ello, aprovechar al máximo las horas del día.
Lo que no saben es que están perjudicándose, tanto mental, como físicamente.  Pues la falta de sueño provoca determinados problemas que veremos en unos momentos. Y esta falta de sueño se ha convertido en una epidemia de nuestro tiempo.
En los años 50 la gente dormía un promedio de 8 horas. En la actualidad este promedio ha bajado a 6 horas y media. Y entre muchos adolescentes sólo 5 horas.
Debido a causas como el uso de pantallas diversas: televisión, tabletas, teléfonos inteligentes, ordenadores, etc. y a la necesidad de estar hiperconectados  a través de redes sociales. O por la forma de salir los fines de semana, que obliga a que los jóvenes y no tan jóvenes, trasnochen en exceso. Siendo normal salir de madrugada y recogerse bastante después de haber amanecido.
Las personas y sobre todo los adolescentes, hemos dejado de escuchar a nuestro cuerpo y no sabemos reconocer nuestra necesidad de dormir. Nos estimulamos artificialmente con cafeína, con nicotina, para estar más despiertos y luego intentamos adormecernos con el alcohol  u otras drogas. Y el sistema social favorece esta actitud de desprecio del sueño, en la medida que también establece horarios de trabajo o de televisión que trastocan el ritmo circadiano (que nos impone nuestro cuerpo).
El hecho de disponer de electricidad y luz artificial, ha hecho que se pueda estar trabajando o viviendo el ocio 24 horas. Y la sociedad pide más y más. Y nuestro modelo es el de derrochar el sueño.
El sueño cumple funciones reparadoras, y durante él, el cerebro realiza sus funciones de desintoxicación y limpieza de sus detritus de su funcionamiento diurno. Por otro lado se fija y consolida la memoria . Con lo que la falta de sueño favorece la dificultad para aprender, disminuye la creatividad, la capacidad de innovación, y de fijar la atención y la memoria. Por otro lado produce irritabilidad,  impulsividad y favorece la inatención para el manejo de máquinas aumentando la siniestrabilidad y la toma de decisiones equivocadas. O los accidentes de tráfico.
En el terreno físico, como aumenta el cortisol en sangre, aumenta la situación de estrés y la disminución de la inmunidad. Las personas que duermen poco se infectan más, tienen menos defensas ante determinados tumores, y aumenta su predisposición a la obesidad, por la secreción de  hormonas como la grelina, que provoca hambre y el consumo de hidratos de carbono.
De ahí es fácil llegar a situaciones crónicas, que favorecen la diabetes tipo 2, la hipertensión, los trastornos cardiovasculares, etc.
Tenemos que hacer caso a nuestro reloj biológico y procurar dormir cuando nos lo pide el cuerpo. Aunque si seguimos el ritmo solar es mejor, pues es con la luz, con lo que se resetea dicho reloj. Por eso es importante disminuir la luminosidad que recibimos, justo antes de ir a la cama, así como disfrutar de luz para despertarnos.
Es verdad que los padres nos preocupamos bastante de que los niños pequeños duerman suficientemente, aunque la luz durante el verano, no ayuda a llevarlos a la cama a su hora. Pero en cuanto crecen un poco, se les permite irse a la cama tarde y seguir con sus pantallas o despiertos a horas que no permitirán un sueño suficiente (9 ó 10 horas al menos) y cuando son adolescentes la batalla está perdida. Cuando en esas edades deberían dormir entre 8 horas y media y 9 horas.
Y muchísimos duermen 5 ó 6 horas de forma frecuente. Así no se puede estudiar ni aprender. La falta de atención se cronifica. Y la dificultad de vivir la vida de forma intensa.
Con es epidemia, se viven más horas despierto, pero con peor calidad. Y el organismo y el cerebro va sufriendo unos daños, que se notarán mucho con el tiempo.
Propongámonos dormir más. Es algo que no cuesta tanto, y a cambio podemos ver una recompensa inmensa, en forma de una vida más plena, más feliz, y con más capacidad de éxito, de creación, de pensar mejor y solucionar mejor nuestros problemas cotidianos. Y por otro lado más sana físicamente.


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