Hemos asumido la palabra inglesa closet en su traducción castellana, armario, como metáfora de la situación de secreto u ocultación con la que se vive la realidad homosexual. “Salir del armario” representaría el proceso por el que uno va asumiendo una identidad gay o lesbiana, y más tarde va desvelándolo a las personas que tiene en su entorno. Implica la lucha contra temores, vergüenzas o sentimientos de culpa, interiores, y contra una realidad social homófoba, que nos obligan a mantenernos velados.
La idea de armario parece indicar que es un espacio cerrado, en el que uno puede ocultarse, protegerse, salir o entrar, vivir en él, a pesar de las limitaciones e incomodidades, y de cierta soledad.
Hoy día ese espacio va adquiriendo nuevas características, en función de los cambios sociales tan grandes que estamos viviendo, pero sigue existiendo (y haciendo daño) y todas y todos estamos en algún grado metidos en él, en gran parte de nuestra vida (aunque sea de forma intermitente).
En un primer momento de asunción de la posible identidad homosexual, el adolescente, o adulto, se encierra en el espacio de la propia mente, con la idea de ver hasta qué punto es gay o lesbiana, y si eso será para siempre. Puede ser que este pensamiento se pueda comentar con alguien, pero lo habitual es pasar los primeros momentos solos y, frecuentemente, avergonzados o asustados, por esa posibilidad: ¿Cómo va a cambiar mi vida? ¿Cómo se lo voy a decir a mis amigos o a mi familia? ¿Cómo se lo van a tomar? ¿Me hará diferente? ¿Me hará desgraciado? ¿Ya no podré tener una familia o una pareja “normal”?... Estos pensamientos conllevan una repercusión social: el secreto y la autolimitación de las conductas, por miedo a ser descubiertos (en un entorno homófobo).
Los adolescente actuales no ven precisamente aceptación en su entorno escolar o familiar, aunque algunos sí la tengan; temen defraudar a sus familiares o amigos, o temen ser rechazados. ¿Cómo aceptarlo? ¿Cómo decirlo? ¿A quién? ¿Cuándo?... (Y si es un adulto, con toda una vida como heterosexual) ¿Qué va a pasar con su estatus social, laboral o familiar? ¿Y sus hijos?
Por eso el armario es un espacio de reclusión, obligado, en un primer momento; que protege, pero también aísla; limita las posibilidades de relación y de expansión personal. Y no favorece ni la espontaneidad, ni la expresión de los verdaderos sentimientos, ni el desarrollo personal de forma completa. Además de exigir una cantidad de energía, para estar manteniendo la ocultación.
Es un refugio virtual, que para que nos oculte hay que estar continuamente levantándolo con evasiones, mentiras, falsas alusiones, secretos, excusas…nada muy liberador, ni positivo para la propia autoestima. De hecho genera falta de concentración, tristeza, inhibiciones, auto-rechazo, disminución de la auto-estima, ansiedad, temor, sentimientos de vergüenza o culpa, e incluso, a veces, trastornos psicosomáticos, depresión, y otros trastornos psicológicos (Incluyendo el intento, o la realización, de suicidio).
Eso no significa que no tenga algunas ventajas: permite sentirse seguros, controlar la situación, explorar la propia sexualidad sin interferencias de padres u otros adultos... Pero los inconvenientes anteriores hacen que cuanto antes uno salga (ante el máximo número de personas y situaciones y cuanto más tiempo) mejor.
Estas salidas no son definitivas, pues como la sociedad tiende a dar por hecho que uno es heterosexual, mientras no diga o se demuestre lo contrario, nos lo pueden estar levantando desde afuera. Y a veces podemos dudar si merece la pena salir de él (por enésima vez).
Esta experiencia del armario es única y consustancial con la homosexualidad. En general los otros grupos que pueden ser marginados o rechazados por la sociedad: etnias, razas, sexos, discapacitados…nunca pasan por un armario. (Quizás los practicantes de alguna religión minoritaria, en época de persecución). Y la sociedad, no lo tiene en cuenta a la hora de valorar el sobreesfuerzo con el que tenemos que vivir. Eso lo notan muchísimo los que en su centro de trabajo o escolar, tienen que estar continuamente ocultándose. O los que en su familia no pueden dar explicación de su situación afectiva.
Es difícil que en el desarrollo psico-social de los gays y lesbianas, no tenga que haber un “armario”, pues, incluso aunque uno no quiera, alguien lo va a poner desde afuera,. Y en la adolescencia es normal pasar por un momento de aclaración en soledad.
Pero al menos debemos procurar que sea leve, que no dure, que tenga más ventajas que inconvenientes, y que sea voluntario. Que no implique aislamiento, ni dolor. Ni que el que lo habite crea que es el único ser de la tierra que pasa por esa experiencia, sino que tenga información y recursos, para poder aclararse, decidir, apoyarse para la salida, y que pueda tener perspectivas esperanzadas de futuro, que lo de afuera sea visto como un horizonte de realización y felicidad. Y para eso los educadores, psicólogos, médicos y personal asistencial, deberían conocer esta realidad, para poder ayudar a los que la padecen e intervenir en los casos que pueda ser necesario, para evitar tanto sufrimiento.
Los adolescentes y adultos en duda, deberían poder tener más recursos a mano, como teléfonos de atención, grupos de ayuda, centros de información, y sobre todo personas concretas, dispuestas a darles motivos de esperanza y de ilusión al vivir esta orientación sexual.
Julio 2008
publicado en Zero 110
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