Hay personas que tienen gran dificultad para establecer un lazo afectivo en profundidad. Pueden tener muchas amistades, relacionarse de forma abierta y simpática con la gente. Ser extrovertidas. Pero a la hora de establecer un compromiso con otro, o intentar que la relación vaya a más, la cosa falla. Esto puede pasar desapercibido, al que le pasa, hasta que los otros le hagan ver que huye de una relación más fuerte.
Suelen ser personas que, inconscientemente, tienen miedo a la dependencia del otro. Procuran ser muy individualistas. Aparentan no necesitar a nadie en concreto. Pueden ir mariposeando en las relaciones, sin que parezca preocuparles establecer una continuidad. Y mientras sea posible ligar ocasionalmente, o tener ocupaciones que satisfagan el contacto con gente diversa, les parece suficiente. En el fondo están muy solos.
Detrás de este cuadro hay un problema narcisista. No significa, necesariamente, que esa persona esté todo el día pensando que es maravillosa, pues existe una desvalorización muy intensa. Lo que pasa es que está encerrada en su propia realidad, y se defiende de los otros. Le cuesta confiar en el amor del otro. Podemos decir que tiene miedo a ser amado. Y a amar. Este temor puede llevar a preferir no profundizar la relación. La vivencia de abandono sería catastrófica, si se produjese. Y es esta vivencia la que se intenta evitar a toda costa. La mejor forma de evitarlo: no tener lo que se puede perder. Vivir como si todos los amigos fueran intercambiables. Nadie es singular. No hay diferencias.
Muchas de las energías de estas personas van destinadas a demostrar su propia valía, en el terreno que sea: belleza física, en lo intelectual, en habilidades de todo tipo. El mundo se constituye para ellos en un gran escenario, en el que hay que estar actuando continuamente, dando lo máximo de sí mismos y sin descanso. Al otro sólo se le pide que actúe como espectador, que aplauda. Al quedar este otro en la penumbra, no es percibido en su verdadera realidad; es importante sólo como objeto que admire, no como sujeto, que siendo diferente, con su propia personalidad, pueda cuestionarnos, pueda rechazarnos.
Todos podemos tener algo de este tipo de personas. Y podemos usar al otro para esa admiración que necesitamos, en vez de considerarlo en sí mismo y tenerlo verdaderamente en cuenta, en una relación bidireccional.
Es necesario aprender a mirar de verdad al otro, escucharle, pensar en el con empatía, tenerle en cuenta, y confiar en que puedan ser sinceros sus afectos. Es necesario creer en el amor y aprender a no tener miedo a amar y ser amado.
Julio 2001
publicado en Zero 31
No hay comentarios:
Publicar un comentario