Los gays seguimos teniendo una asignatura pendiente con los sentimientos, pues como varones que somos hemos ido incorporando una serie de formas de ser que nos llevan a relegar a un segundo plano el reconocimiento y la expresión de nuestro mundo interior. Preferimos centrarnos en parecer fuertes y seguros. Siendo además la emotividad un rasgo asignado a las mujeres, con lo cual pasa a ser diferenciador con ellas y prohibido en la educación del varón.
Hay gays que creen que tenemos mayor sensibilidad o capacidad de expresión sentimental, por el hecho de ser homosexuales, pero esto es más que dudoso. Puede ser que haya una identificación con la sociedad, en su rechazo, que nos ha puesto encima un estereotipo: débiles, sensibleros, llorones, “locazas”, “nenas”...
La pluma o identificación con lo femenino, no nos hace estar más conectados con los verdaderos sentimientos profundos de uno mismo. Y tampoco nos cualifica mejor para expresarlos. El histrionismo de algunos, o su sensiblería, no necesariamente muestra lo que sienten. Puede ser incluso una gran fachada que les oculte ante los demás.
El varón tiende a no hablar de ese tipo de cosas. Le da más importancia al actuar que al hablar sobre sentimientos. Expresar sentimientos le hace sentirse vulnerable ante el otro. Mostrar un flanco a través del que ser atacado. Lo que lleva a querer pasar por alto determinadas situaciones conflictivas. Y al no solucionar los conflictos menores, mostrar una irritación inespecífica, que le lleva a estar malencarado, molesto con cosas que no vienen a cuento, o querer evadirse y huir.
Esto llevado a la convivencia de una pareja gay (entre dos hombres por tanto) la hace más complicada, pues quizás ninguno actúe de facilitador de esta comunicación, y se dé un estilo de relación en la que no se diga casi nunca lo que verdaderamente se siente y cómo se ve la marcha de la pareja; de cómo se ve el proyecto común; de la salida que se piensa a los conflictos que se estén viviendo o ver cual es la mejor actitud ante ellos.
Rara vez se quiere tomar el toro por los cuernos, pues afrontar este diálogo sobre lo que preocupa, lo que se teme, lo que se desea, es prácticamente imposible. Implicaría primero reconocer todas esas cosas para uno mismo, y ese tipo de pensamiento sobre lo que se siente y sobre lo que pasa interiormente es evitado. Asusta.
Además de la educación, hay un serie de causas que inhiben la expresión de los sentimientos como son: el temor al rechazo del otro y a su posible abandono; la falta de seguridad y confianza en uno mismo; la expresión brusca y desproporcionada que suele traer malas consecuencias (y por tanto llevan a evitar repetirlo y frenan un nuevo intento, creando un verdadero círculo vicioso).
Todo esto lleva en la pareja a que las tensiones se resuelvan periódicamente con salidas que no impliquen hablar. Por ejemplo un fin de semana romántico, donde se tengan relaciones sexuales a todas horas, donde se pasen horas haciendo cosas divertidas: bailar...y donde se logre una “reconciliación” que no implique reconocer causas del conflicto, ni siquiera la existencia de dicho conflicto.
Lo mejor sería aprender a reconocer lo que se siente , aceptarlo e intentar expresarlo a las personas adecuadas, sobre todo a la pareja. Si tengo rabia expresarla en el momento, (no guardarla y pagarlo en el momento inadecuado o con la persona inadecuada). Expresar si tengo tristeza o alegría, si es agradecimiento o desilusión, si es temor o confianza. Utilizar los sentimientos al servicio de la comunicación en la pareja, y no lo contrario.
Abril 2003
Zero 52
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