Después de los posibles excesos, de todo tipo, en las fiestas pasadas, ahora toca apretarse el cinturón, en muchos sentidos: quizás rebajar algunos kilitos cogidos en tantas comidas sociales y familiares; retomar el gimnasio para volver a estar en forma física después de días sin hacer nada; aprovechar las rebajas (si es que queda algo tras los gastos de tantos días de consumo, fiestas, viajes...) Y sobre todo recuperar el ritmo habitual de trabajo.
Lo ideal es mentalizarse de que no es para tanto y que la cuesta no se convierta en escalada, por culpa de nuestro estado de ánimo. Sobre todo si las navidades supusieron un suplicio. Cuanto antes recuperemos nuestras rutinas mejor.
Estas fiestas con el Fin de Año por medio, están muy marcadas por el paso del tiempo, y se convierten en un momento de evaluación general y de buenos propósitos para el nuevo año.
Esa dinámica anual es deprimente si cada año pasamos por el rito de hacer planes que luego no somos capaces de cumplir. Lo importante es ser realistas y plantearse objetivos pequeños y alcanzables. No debemos programar 20 tareas nuevas, si no tenemos tiempo o las metas están lejísimo. Si me digo voy a adelgazar y con eso pretendo quedar como un adonis, probablemente no lo conseguiré. Pero si digo voy a perder 4 kilos en dos meses, si que será factible.
También es importante sacar lecciones para aplicar en las próximas navidades, respecto a los gastos, poniéndoles límites si nos hemos pasado, o respecto a tantas invitaciones insulsas o visitas familiares mal organizadas. Pero sacar lecciones no es machacarse por lo hecho mal, sino fijarse nuevos objetivos que incluyan lo aprendido en este año y en los años anteriores.
Y a lo hecho pecho. Si hemos gastado de más, pues habrá que tomar medidas y acostumbrarse a llevar un presupuesto de gastos ajustado a nuestros ingresos. Coger hábitos de control de nuestra propia vida, y no que sean las circunstancias las que nos lleven en volandas.
La espontaneidad es una cualidad imprescindible en la vida, así como arriesgarse, o aventurarse. Pero cuando se convierten en problemas hay que analizar nuestro estilo de vida y ver las causas por las que no podemos hacer lo que queremos.
La libertad no es la impulsividad, sino sentirse dueños de uno mismo y poder dirigirse en la dirección deseada. La sociedad nos empuja a la impulsividad, al “hazlo ahora sin esperar”, a no pensar. Con consecuencias muchas veces nefastas.
A la sociedad de consumo le interesa que seamos impulsivos, porque así consumimos más. Y quiere hacernos creer que eso es la libertad. Cuando es todo lo contrario: una esclavitud. O nos hace creer que tener cosas es más importante que ser. Que es más importante el éxito social, la imagen, gastar, que disfrutar de nosotros mismos y de los que queremos.
Hay otros valores como la amistad, la sinceridad, el respeto al otro, el cuidado, la escucha, el apoyo, la solidaridad, la confianza... ¡qué difíciles de cultivar si no nos paramos a estar a solas con nosotros mismos! ¡Y, complementariamente, si no nos paramos a estar con el otro, de verdad! Dispuestos a compartir, a comunicar.
Si las navidades fueron época de huida, volcados hacia lo exterior, Enero puede ser buen momento para reconciliarse con uno mismo, y aprender a quererse más, a vivir la propia existencia plenamente, sin miedo a lo que somos y a lo que sentimos.
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