Con el uso generalizado del móvil ha aparecido una nueva vía de comunicación con su propio estilo y reglas, y con unas funciones específicas: el mensaje breve o SMS.
Recuerda a veces a los post-it que uno puede dejar a su pareja recordándole algo (“no olvides regar las plantas”) o mostrándole su afecto (“no sé como decirte cuánto te quiero”). Ha venido a sustituir al telegrama o a la postal (“Un recuerdo desde Asturias”).
Es una vía perfecta para pedir perdón, algo que en general nos cuesta mucho (“Perdona por mi cabreo de hace un momento”). Facilitando el dar las gracias (“Me encantó que me llamaras por mi cumple”).
Algunos hasta declaran su amor, introduciendo poco a poco expresiones cariñosas, y un día van y sueltan “te quiero”. O lo dejan entrever mediante su insistencia con mensajes poéticos o chistosos que se cruzan durante horas, en los que apenas se dice nada profundo y que pertenecen al juego infantil de los enamorados.
El SMS traspasa los velos del pudor y eso es mucho, sobre todo para los varones, con lo que nos cuesta expresar los sentimientos, porque no estamos habituados a ello, o porque nos avergüenza, por eso el mensaje de móvil viene a ayudarnos: podemos dejar caer esa nota sobre el regazo simbólico de nuestro amado y éste lo leerá en privado y cuando esté disponible. El móvil es personal a diferencia del teléfono de casa o de la oficina, es un ámbito íntimo que puede eliminar testigos si se quiere. Además el mensaje se recibe en silencio, nos permite reaccionar sabiendo que los demás no son testigos de lo dicho. Podemos releerlo tantas veces como queramos y recrearnos en su contenido. Nos vemos menos vulnerables y expuestos pues al no ser vistos por el que nos lo manda, podemos reaccionar como queramos. Y viceversa el que lo envía puede obviar la reacción del otro y atreverse a enviarlo, escogiendo las palabras precisas.
Nos puede ayudar a recuperar el tono con alguien con quien nos hemos enfadado dejando caer mensajes para ver la reacción del otro. Así sentimos que no se fuerza el reencuentro hasta un momento propicio.
Puede ser ideal para tomar contacto con alguien que hemos conocido una noche y al que queremos ver pero no tenemos un motivo concreto para llamarle. Al menos le damos tiempo para reaccionar y que su respuesta sea más auténtica. No es tan invasor como una llamada. Y si no responde...
abril 2003Zero 52
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