Pablo llega del trabajo y aunque besa a Juan no se funden en un abrazo, ni se sientan un rato juntos, sino que se ponen a hacer cosas en la casa, cada uno en sus tareas. Juan va a verle de vez en cuando y le toca, le comenta algo sobre lo que está haciendo, pero Pablo procura zanjar la cuestión con poca palabras, y vuelve a lo suyo. Juan piensa que Pablo se ha vuelto frío y poco cariñoso, que es él el que lo busca y el que tiene que iniciar los contactos amorosos. Algo que Pablo no rehuye, pero ante lo que no manifiesta excesivo entusiasmo. Juan recuerda como al principio había interminables momentos en los que charlaban, se cogían de la mano en el sofá, o que pasaban interminables horas abrazados en la cama. ¿Se ha perdido el amor? ¿Ya no hay pasión?. Pablo parece muy satisfecho con el nivel de cercanía que hay, pero no Juan y a veces se lo reprocha con comentarios al vuelo: “Ya no me quieres”, “no estamos como antes”, “eres muy frío”... Pablo no entiende que eso sea así y piensa que es al revés, y que con esos comentarios es Juan el que se aparta.
Las parejas pasan por muchas fases y no todos los momentos son iguales. En la primera fase es normal que haya un deseo de fusión corporal, de cercanía intensa, de buscar la presencia del otro a cada momento. Es una fase, normalmente de enamoramiento, en que se funciona más como un “nosotros” que como dos individualidades. Pero la pareja va madurando y pasa a otro momento en el que ya no se busca tanto ese compartir fusional. Aunque no desaparezca la pasión, ésta se da en momentos más localizados, quizás alrededor de la cama.
Lo que ocurre es que con el tiempo se pone en evidencia la variedad de necesidades afectivas y de contacto físico de cada integrante. Es normal que al principio el que menos necesita tocar, besar, el que menos tierno es en su expresión corporal, ceda por la pasión del momento, pero en las siguientes fases de la pareja, éste vuelve a su “ser-algo-distante” y no quiera estar todo el día enganchado al otro, y no soporta tanto que se le echen encima. En nuestro ejemplo, es Pablo, que queriendo mucho a Juan, no necesita estar demostrándolo, y no necesita la presencia constante de Juan, algo que Juan si necesita. La cuestión es como llegar al equilibrio en estas necesidades. Para Juan , Pablo puede llegar a ser pesado; para Pablo, Juan se ha vuelto aislado y distante. Estos son típicos avatares de la pareja normal. Cada uno va a mostrar su afecto como puede, como ha aprendido a hacerlo a lo largo de toda una historia propia. El nivel de intimidad, de ternura que se necesita, o que se puede soportar, es diferente y lo importante es reconocer esas diferencias, aceptarlas y en todo caso aclararlo para así sentirse más libre para pedir y para negar. Son formas diferentes de expresar el amor, con diferentes necesidades de cercanía y ternura, que pueden variar a lo largo del tiempo y que no deben provocar una crisis excesiva en la pareja si cuando se den cambios, se interpretan correctamente.
Febrero 2003
(publicado en Zero 51)
1 comentario:
un hombre maduro .tiene una penetración más prolongada es más pausado hala hora de penetración .lo disfruta más y le pone el c*** al joven como él quería vien dilatado y con cansancio
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