Para mucha gente la soledad es sinónimo de angustia, depresión, desánimo; sensaciones de abandono, de vacío... En cuanto se quedan solos añoran la presencia de otro que les vitalice, que les saque del aburrimiento, que les haga sentir seguridad, que les calme.
Esto se debe a que no interiorizaron desde la infancia la capacidad de estar solos, de acompañarse a sí mismos y la vivencia de que pueden dirigir su vida. Como adultos se comportan y sienten como niños abandonados, impotentes ante su estado de desvalimiento. Buscan desesperadamente la compañía de alguien, y si no es posible pueden llegar a substituirlo por una actividad compulsiva o adictiva (internet, juego, drogas, sexo compulsivo)
Al fin y al cabo todos estamos solos existencialmente. Nos vamos a morir algún día y la responsabilidad de nuestra vida es únicamente nuestra. Pero eso no nos tiene que hacer sentir mal: en la medida que lo aceptemos y vayamos fortaleciendo nuestra capacidad de enfrentarnos a la vida con sus conflictos y problemas, y también en la medida que vivamos plenamente un proyecto personal, y disfrutemos de la existencia.
Por eso para vivir bien la soledad hay que fortalecer la identidad como sujeto separado del resto, que tiene sus propios deseos y necesidades. Que puede decir que no a lo que no le gusta y que puede pedir y mostrar lo que desea y necesita. Que puede crear y expresarse libremente, en la medida de sus capacidades.
Para saber lo que uno quiere tiene que poder reflexionar, pensar por uno mismo a solas, tolerar la incertidumbre del futuro. Y no se puede estar todo el día haciendo cosas, y huyendo de uno mismo en un continuo ir y venir. Hay que poder pararse y pensar. Vivir la contemplación: el poder concentrarse en la mera existencia, en la observación de lo que nos rodea sin ningún juicio o crítica. La sensación de paz, de quietud, de percibir nuestra respiración, nuestro cuerpo, nuestro devenir sin exigencias, sin preocupaciones.
Poder quedarnos solos con nuestro ser, con nuestros sentimientos y pensamientos. Y si al principio es angustioso habrá que hacerlo como un ejercicio paulatino, ampliando el tiempo que se es capaz de estar contemplativo. E incluso ayudándonos con técnicas como el yoga o la meditación.
El objetivo es poder quedarse a solas de una forma deseada y buscada, para así sentirse más integrado y pleno y poder relacionarse con las personas y las tareas de una manera más libre y gozosa.
Junio 2004
(publicado en Zero 65)
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