Entre las formas de comunicación que tiene la pareja, hay una, especialmente negativa, que es el reproche. Es un uso del lenguaje como arma arrojadiza, como objeto. Lo que se dice va destinado a provocar una reacción emocional en el otro, y no comunica nada, ni busca un diálogo. La expresión “echar en cara algo” deja de ser metafórica, para convertirse en “arrojar un objeto contundente a la cara del otro”.
Muchas veces la frase de reproche empieza con los adverbios siempre o nunca. Por ejemplo: “Nunca pones la lavadora”. “Nunca me escuchas”. “Siempre llegas tarde”. O son frases categóricas del tipo: “Eres el más torpe del mundo”. “No se puede confiar en ti”. “Todo lo que dices es para confundirme”.
A veces son cosas que no se pueden rebatir, pues son afirmaciones tan generales, que algo de razón pueden tener. Es verdad que ocasionalmente uno puede no escuchar, o no pone la lavadora. Pero ¿siempre, nunca, todo, nada?
Los reproches buscan torpedear al otro, en su autoestima.. Son cosas ya dichas mil veces, que se sabe van a hacer daño. Ese es su destino el daño. Crean rabia y bloquean la capacidad de pensar.
Hay que aprender a informar al otro de lo que no nos gusta, pero sin reprochar. Así como a pedir, sin coacción. No es lo mismo decir simplemente ¿me puedes pasar el pan?, que ¡Hay que ver que ni se te ocurre ofrecerme pan! Después de una frase así, el otro queda bloqueado, pues aunque pase el pan, ya lo hará sin sentirse reconocido, y con el cabreo que da ser acusado de falta de atención o cariño.
El reproche , como forma violenta de comunicación que es , sólo puede generar más violencia. Es fácil que la cosa degenere en gritos y en bronca.
Si uno tiene que decir algo que no gustó, es mejor precisar lo que fue concretamente: “Me molestó que antes dieras un portazo y me despertaras de la siesta”, que no decir “siempre andas dando portazos y molestando”. Si concreto el otro podrá darse cuenta que hizo algo que molestó y que es corregible. Pero si digo la segunda frase, es como si no esperase cambio. Es un insulto, que constata la desesperanza de que el otro cambie. Traduce odio, lo que la primera frase no llega a tanto.
Es mentira que el otro pueda aprender con los reproches. Ni se le invita a cambiar. Se le insulta, se le bloquea, se le rebaja, se le deja impotente. Es como si tuviera implícito “todo lo que puedas contestar, será utilizado en tu contra” .
Diciembre 2002
(publicado en Zero 47)
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