Tras las vacaciones de verano aumenta el número de separaciones y divorcios. Se cree que es debido a la tensión que se acumula durante esos días de convivencia forzada, que acaban por dar al traste con esa pareja, ya deteriorada.
El ocio no tiene que relajar ni unir a la pareja, porque no se trabaje. De hecho hay personas que se agobian si no tienen nada que hacer. O que soportan mal la convivencia 24 horas con el compañero o compañera, sin la interrupción que suponía el irse a trabajar. Teniendo que decidir montones de cosas fuera de la rutina habitual (excursiones, compras, salidas, comidas, encuentros o alguna situación difícil como un robo) que ponen a prueba el carácter de ambos, y el encaje entre ellos. La falta de iniciativa, o el ser muy pasivo, o el no tener espíritu de aventura, no tienen por qué crear problemas en el día a día, pero sí en una situación de un viaje de vacaciones.
Para los que no conviven habitualmente, es un momento de prueba, que si no sale bien puede poner en crisis a esa pareja. Y sobre todo a los que viven en ciudades o países separados y cogen con muchas ganas y expectativas ese encuentro veraniego. Si apenas se conocían pueden llevarse una desilusión al ver que las cosas no funcionan como esperaban. Por ejemplo por que al otro le guste disfrutar mirando o coqueteando, por su forma de ser, y se cree una situación de celos.
Irse de vacaciones es fuente de relax si se sabe hacer y si se va a un entorno conocido y con alguien conocido. Lo nuevo siempre crea tensión e incluso miedo. Mejor es no olvidarse de esto y tomarse las cosas con mucha calma y sin crearse unas enormes expectativas .
julio 2004
Zero 67
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