El chat es un medio muy poderoso para contactar con gente, escribiendo en directo ideas o sentimientos.
En este ambiente privado de la escritura, protegidos por el anonimato (sin la tensión que provoca tener que ir a algún sitio, arreglarse, beber, estar pendiente de la imagen que damos), se crea una situación que predispone a la intimidad con el otro. Permite expresar muchas cosas que, de otra manera, no se dirían con la misma libertad.
Se puede ser más espontáneo, más imaginativo, concentrados en la escritura. Se va creando el personaje que se quiere mostrar al otro, igual que el otro lo crea para nosotros. Sobre esa base vamos imaginando, estimulándose un fenómeno que es el de la idealización, por el que se suprime de la conciencia todo lo que no nos interese ver del otro. Quitamos de en medio lo que estorba. Y añadimos todo lo que nos conviene, para que la otra persona cumpla con nuestro ideal.
Que necesitamos un amigo que nos escuche de forma atenta, sensible, respetuosa, creeremos tenerlo delante. Que necesitamos a alguien de quien enamorarnos, empezaremos a encontrar o a exagerar cualidades y le quitaremos aspectos negativos.
Sabiendo que este fenómeno de idealización se produce siempre, debemos tenerlo en cuenta, para aprovechar el chat sin dejarnos llevar a situaciones de engaño. Es cierto que hay mucha gente que miente en el chat, sobre muchos temas. Lo malo es que nosotros nos mintamos a nosotros mismos idealizando tanto. Viendo lo que no hay.
De la idealización al enamoramiento sólo hay un paso, que se da si uno está necesitado de enamorarse.
No nos enamoramos por que hayamos encontrado a la persona perfecta, sino que “construimos a la persona perfecta” cuando tenemos que enamorarnos. Y estamos más predispuestos cuando necesitamos cambiar, por que no estemos a gusto. Cuanto más deprimido esté uno, o pasando un mal momento, más necesitado se estará de vivir dicho enamoramiento. Y con más cuidado habrá que chatear, para no caer en nuestra propia trampa idealizadora.
En el chat se saltan con facilidad ciertos límites de prudencia, de discreción, confiados en el anonimato, y con el tiempo surge una complicidad y una intimidad, que en la vida cotidiana hubieran tardado en darse mucho tiempo. Todas estas cosas hacen sentir que esa relación se está dando con una facilidad y con una naturalidad que no se encuentra normalmente. Que hemos encontrado a la persona especial. Y esa relación igual sólo funciona si sigue siendo virtual, sin que pueda pasar la prueba de la realidad. Por eso no hay que precipitarse, y frenar en lo posible la fantasia creada.
Enero 2002
(publicado en Zero 36)
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