Los gays no tenemos un modelo único para organizar nuestras parejas. No estamos tan condicionados por los otros, ni tan presionados por la sociedad, ya que nuestras uniones se dan por fuera de sus instituciones. Lo que nos obliga a plantearnos cuestiones como la pareja abierta o cerrada, o si queremos vivir juntos o no. El hecho de que la pareja gay esté formada por dos hombres le confiere unas características peculiares, debidas al género de sus integrantes.
Los hombres separamos lo afectivo de lo sexual
La educación recibida por cualquier gay, así como los modelos aprendidos son masculinos, y esos modelos implican que la sexualidad se tienda a vivir separada de la afectividad.
Esto es lo contrario a como se educa a las mujeres. A ellas les cuesta mucho separar el sexo del afecto. Lo que da a sus uniones un estilo en el que predomina la exclusividad, la durabilidad, y la tendencia a la estabilidad afectiva y sexual.
En el hombre no se da esta tendencia a la exclusividad sexual, aunque haya un deseo a una estabilidad afectiva, pero le cuesta cuidar las relaciones por sus dificultades a la hora de vivir y expresar sus sentimientos.
El hombre puede sentir que permanece fiel emocionalmente, aunque tenga aventuras sexuales con otros. Un gay que forme pareja, puede haber tenido muchas relaciones sexuales previas en las que todo fue algo físico, sin implicación emocional. Habrá vivido esa conquista sexual como un logro narcisista, que le ha hecho sentirse atractivo, o deseado, y por tanto valioso.
La falta de autoestima es un mal común entre muchos gays debido a la no aceptación social de la homosexualidad, y al desarrollo de su propia educación, por lo que la conquista sexual puede venir bien como forma de autoafirmarse. Dejando el sentirse querido para otro momento, idealizado (el de encontrar al príncipe azul).
Muchos hombres no quieren emparejarse para no perder su libertad sexual. Y si lo intentasen, ponen tan alto el listón (por eso hablan de príncipe azul) que deviene una tarea imposible. Entre otros motivos porque prefieren no tener las complicaciones afectivas de una pareja, y por la sensación de vulnerabilidad que les da expresar lo afectivo con otra persona. El sexo les queda como la única manera de acercarse íntimamente a otra persona, sin que haya mayor implicación emocional.
El modelo de pareja es heterosexual
El modelo de pareja que tenemos es el heterosexual y se basa sobre todo en una primera fase de enamoramiento, para luego pasar a otra fase, donde se institucionaliza el amor, generalmente en forma de un matrimonio y si es posible teniendo hijos. Se monta un hogar en común. Se hacen promesas de fidelidad...
Los gays no nos vemos presionados a crear todo esto y si se hace es porque se tiene muy grabado el ideal heterosexual. En ese caso se crean parejas en que se tiende a replicar todo lo que la pareja heterosexual nos propone como modelo. Sin tener en cuenta la especificidades que da el ser dos hombres, gays, y que ninguno quiera alterar sus identidades masculinas. Identidad que implica un rol a desempeñar en la convivencia, una actitud respecto al cuidado de la casa y a las tareas que se compartan, y posibles dificultades con la pasividad y la ternura en la actividad sexual.
Los gays no hacemos uno de hombre y el otro de mujer: ¿qué hacemos entonces? Algo que inventamos e innovamos cada día en cada pareja.
Fases de la actividad sexual en la pareja gay
1. Dos hombres se enamoran, se viven como pareja, empiezan a mostrarse ante los amigos, o ante la familia. Incluso al cabo de cierto tiempo y si el lugar dónde viven lo permite, deciden vivir juntos. Hasta ese momento solo han tenido ojos el uno para el otro, viviendo un mundo completo con la sola presencia del amado. Bastaba la fusión, lo que impulsa a tener sexo con una frecuencia generalmente alta. (Una estadística norteamericana habla de que en el primer año , el 85% de las parejas tienen más de cuatro relaciones sexuales por semana). En esta fase los problemas sexuales se dejan a un lado, por lo poderoso del sentimiento de unión, que hace que se relativicen las posibles dificultades.
2. Pero cuando empiezan a apaciguarse las idealizaciones del principio, y la realidad y los conflictos de la convivencia o la rutina se imponen, es normal que empiece otra etapa, en la que hay que lidiar con problemas alrededor de lo afectivo y lo sexual. Hay que seguir conociéndose, aprendiendo a dar placer, para así construir una relación, sexual y amorosa, duradera.
Con el tiempo la frecuencia de actividad sexual puede disminuir, pero se gana en calidad. Los integrantes de la pareja aprenden a mostrarse vulnerables y por tanto más afectivos, lo que diferenciaría el “hacer el amor” de la pura actividad de “tener sexo”, un acto mucho más físico. Cuando se tiene sexo con un extraño es normal mostrarse más distante en lo emocional, más fuerte, a veces impasible, como una manera de protegerse, con lo que se pierde parte de la calidad afectiva del sexo.
La confianza mutua tarda cierto tiempo en crearse, por eso no es muy recomendable el tener aventuras sexuales con terceros, pues la relación no lo soportaría, quedaría muy herida en su confianza.
3. Luego viene una fase de reafirmación personal, en donde se retoman intereses personales pospuestos. Se busca realizar actividades que no se comparten, o se recuperan amigos y aficiones. En ese momento es cuando empieza a aumentar la posibilidad de aventuras sexuales fuera de la pareja. Estas aventuras no significan que haya deseo de romper la relación afectiva que se tiene con el otro, sino que se echa de menos la capacidad de ligar, de conocer otros cuerpos, de otros placeres que atraen, pero que no se viven como infidelidad, ni como traición. En ese caso el dilema moral es si ocultarlo a la pareja o hablarlo francamente, para darle un cauce que no perjudique la estabilidad lograda, y permita el crecimiento juntos.
Como tratar el tema de la exclusividad sexual
Probablemente sea un tema que no se hable hasta que no ocurra. No creo que haya muchas parejas que en sus comienzos se planteen lo que ocurriría si alguno de los dos percibe la necesidad de tener otras relaciones.
Podríamos hablar de una escala en la que las parejas pueden ir desde la exclusividad absoluta a la apertura total en la que ambos tienen relaciones secundarias. El lugar en esa escala se va obteniendo por ensayo y error, más que por la discusión previa del tema, viendo ambos dónde se encuentran cómodos.
Hay casos que lo tienen claro desde un primer momento, pues se conocen bien y saben que pueden ser fieles en el amor, pero no el sexo. Y si esa necesidad es compartida por los dos, no hay problema.
Cuando uno tiene un esquema interno que liga el sexo al afecto, y el otro no, la cosa se complica. Pues se puede pretender que el otro haga un voto de fidelidad sexual absoluta, que no va a ser capaz de cumplir y que llevará antes o después a una tensión insoportable y a la ruptura.
Ciertas reglas
Algunos deciden abrir su pareja practicando tríos. De alguna forma es una manera de no perder de vista al otro, y controlar mejor la situación. Hay parejas que han tenido amantes durante más de un año, con el que han practicado un trío, intentando que la relación principal quede protegida.
Otros se emparejan directamente con alguien casado que no piensa perder su situación familiar y saben que van a tener que compartirle con la mujer. (Hay casos incluso que viven en la misma casa).
Algunas reglas incluyen la posibilidad de que la relación extra sea en secreto.
O que los encuentros sean en casa, pero con la condición de no verles, de que sea cuando se va uno de viaje, por ejemplo. Otra regla puede ser que siempre que liguen ha de ser fuera, no traerlos a casa, y que la única condición es que la noche es de ambos, que nunca van a pasar la noche con otros.
Con las reglas se establecen compromisos afectivos, que crean estabilidad, y que suelen implicar que quede claro que el más importante en la vida del otro es la pareja actual. Y que si eso no fuera así, se aclare cuanto antes, pues en ese caso sería la ruptura.
Si uno se enamora
Otra situación diferente es cuando alguno se enamora de otra persona, pero tiene claro que eso será pasajero y que no le interesa poner en cuestión su pareja actual. Quizás esta forma de apertura sea la más difícil de llevar por el otro integrante de la pareja. Pues el sexo es perdonable, pero la infidelidad afectiva no, pues hace sentir mucha inseguridad y celos. Más si ese integrante de la pareja no es alguien muy seguro de sí mismo y no siente su pareja como algo totalmente consolidado. (Normalmente esta posibilidad exige muchos años de convivencia previa, en la que el amor que se tienen haya resistido muchas pruebas, y la seguridad y confianza en el otro sean altísimas).
¿Y con el sexo qué pasa?
Uno de los fenómenos que encontramos en parejas de mucho tiempo de convivencia es la desaparición del sexo. Son parejas que ya no lo practican juntos, y que sí lo hacen con otras personas. La relación ya no se basa en el sexo sino en lo intereses compartidos tanto afectivos, como de apoyo mutuo y económicos: un negocio juntos, la casa común, los hijos que se han podido adoptar o tener de anteriores matrimonios.
La pérdida de la exclusividad sexual, o de toda actividad sexual hace más importante el compartir tradiciones hogareñas (aunque sea leer juntos los periódicos en la cama los domingos por la mañana) que demuestran los lazos y el compromiso que existe.
Ventajas de la pareja cerrada
En general la pareja cerrada práctica sexo de una manera más completa en lo que se refiere a expresar la vulnerabilidad y el afecto. Dedican más energía en conocerse y en intentar satisfacerse en lo sexual, aunque se con un ritmo tranquilo. El riesgo en una pareja abierta es acabar teniendo sexo con cualquiera menos con la pareja.
El sexo suele ser un buen termómetro de cómo va la relación, y si el sexo va bien la pareja suele ir bien. Pero cuando la pareja es abierta esa referencia se pierde.
También en la pareja abierta puede ocurrir que haya que lidiar con el enamoramiento de una tercera persona con uno de los integrantes de la pareja, cosa que puede traer bastante tensión a la relación.
Ventajas de la pareja abierta
Mejor es reconocer que se desea vivir esas experiencias fuera de la pareja, que estar engañando. Por otro lado puede satisfacer determinadas particularidades o deseos sexuales no practicados con la pareja. Y si se separa bien el “puro sexo” de lo que es el compromiso afectivo-sexual de la pareja, puede permitir tener las cosas buenas de ambos lados: seguir con la posibilidad de disfrutar del ligue ocasional y sus gratificaciones narcisistas, y por otro lado disfrutar de la seguridad y el amor que aporta la pareja.
Un asunto de gusto personal
Las parejas abiertas o cerradas tienden en general a buscar lo mismo: seguridad, bienestar mutuo, placer, confianza, entendimiento.
Cuando la pareja quiere el máximo de libertad, se respetan, buscan la felicidad en común (que no la posesión) y el máximo de disfrute sexual, es fácil que se plantee su apertura sexual, aunque durante bastantes años fueran una pareja cerrada.
El problema surge cuando ambos quieren algo diferente. No se puede forzar al otro a que lo acepte sin más, sino que hay que intentar ver el problema, comprender los miedos y necesidades del otro, y llegar a un compromiso. Que va a necesitar muchas charlas, que surgirán de nuevo en diferentes momentos de la relación, según vaya pasando por nuevas vicisitudes.
Es importante aprender a hablar de nuestros verdaderos sentimientos, algo que nos hará más vulnerables, pero también más honestos y seguros en nuestras parejas.
Junio 2003
(publicado en Zero 53)
1 comentario:
Excelentísimo artículo¡ Expresado con clarides y seriedad. Sin duda hay diversos modelos u opciones de pareja, de sexualidad, de amor y de vida y es importante estar abiertos a ellas, al menos en la parte que tiene que ver con respetar el modo y el estilo de otras personas que no están dentro del enfoque heterosexual.
Saludos cordiales¡
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