Nos estamos haciendo visibles a una velocidad increíble, gracias a la presencia en televisión de gays o lesbianas. O con la existencia de barrios como Chueca, o a través de los medios en general, con temas como el día del orgullo, o el matrimonio gay. Pero la visibilidad definitiva es que nos vean a personas concretas en todas las áreas de la vida cotidiana.
Y aunque todavía es posible vivir situaciones de insulto o rechazo, sobre todo en entornos concretos, hay que ir educando a la gente sobre nuestro derecho a expresarnos tal como somos. Ganar espacio social.
A veces, viajando en el metro, o en algún lugar de encuentro juvenil, se pueden ver parejas que se tocan de una manera dulce, o se acarician levemente, como haría cualquier otra pareja hetero. Quizás los más jóvenes son los más atrevidos, al no tener que cargar con años de represión a sus espaldas. (No hace tantos años de la Ley de Peligrosidad Social).
Hay formas de afirmarse y ser visibles en situaciones que se dan ante instituciones, como cuando a uno le preguntan sobre por la pareja, y se dice que uno está soltero, o dan por hecho una pareja heterosexual, y sin gran riesgo se puede decir que es alguien del mismo sexo. Cada vez más gente reacciona con mayor naturalidad. Se les educa al hacernos visibles. Y a nuestra autoestima le viene estupendamente afirmarse ante otro más.
La homofobia social no va a desaparecer probablemente nunca del todo, pero sí que podemos disminuirla, forzando a que se nos tengan en cuenta y que formalmente no se atrevan a rechazarnos.
Tenemos que reflexionar que el ser invisibles, en muchas situaciones (quizás ante los padres, o en el trabajo, o en nuestro propio bloque), estamos viviendo una vida que incluye una tensión añadida, que los heteros no tienen. La tensión de ocultar determinados gestos, o realidades, por vergüenza o temor, con lo que implica de humillación, y falta de derechos. Es una herida a nuestra autoestima y a la sensación de ser personas como los demás. No somos culpables, ni somos inferiores por ser como somos, y el invisibilizarnos es una operación psicológica que asocia culpa e inferioridad. O al menos temor. Y ya está bien.
Hay que esforzarse por nosotros y por los que están en peores circunstancias personales o sociales. Y por todos los niños y adolescentes que tienen que afrontar su lesbianismo u homosexualidad, en absoluta soledad y sin referentes adecuados.
diciembre de 2004
(publicado en Zero 72)
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