Hay parejas que no soportan que su compañero mire a nadie y están continuamente reprochando o controlando si lo hacen. Esa postura es absolutamente insana y demuestra unos celos que conviene solucionar.
El que uno ame a otro no implica que pierda el deseo por otras personas y que pierda la atracción sexual. Es completamente normal seguir fijándose en gente que nos atrae y sentir deseo o al menos curiosidad. Pero debe estar claro que del pensamiento a la acción hay un trecho fundamental, y que la pareja no corre peligro por tener pensamientos o sentimientos. Sí puede correr peligro por las acciones, y aún así, depende de con qué sentimientos se tengan relaciones con otros.
Las parejas abiertas entienden que se puede tener sexo con otros, siguiendo unas reglas compartidas: por ejemplo, que no haya enamoramiento, o que no sea siempre con el mismo, o que se comparta en forma de trío, o que se cuenten los detalles. En estos casos hay un sentimiento de seguridad en el otro, o al menos no hay una posesión en exclusiva del cuerpo del otro.
El que no deja que su pareja no mire a nadie, pretende poseer también su mente y sus sentimientos y deseos. Lo cual es un exceso en las pretensiones amorosas.
Lo importante en la pareja es amarse, con respeto, con el máximo de libertad para el otro. La posesión y sobre todo los celos obedecen a un problema de inseguridad en uno mismo, de desconfianza de poder ser amado por el otro, y se pretende solucionar controlando y poseyendo el alma del otro. No hay que confundirse: los celos no son amor. Y si se convierten en algo obsesivo , o pero aún, delirantes, realmente son una patología para la que hay que buscar un tratamiento psicológico. Y no hay que dejarlos pasar, pues pueden hacer la relación invivible.
Enero de 2005
(publicado en Zero 75)
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