Hay muchas maneras de ser gay. Tantas como gays hay. Y no se pueden reducir a unos pocos modelos.
La sociedad heterosexista y homófoba ha procurado crear unos cuantos estereotipos, generalmente descalificatorios, para poder clasificarnos y controlarnos mejor. Nosotros mismos, también tendemos a encuadrarnos, por una necesidad psicológica: la de pertenecer a un grupo, la de tener una identidad, que no sea la establecida para los heteros.
Esta necesidad hace que algunos rechacen a los que no encajan en la identidad que piensan que es la adecuada para ellos. Probablemente por que les cuestionan con sus comportamientos sexuales, con sus hábitos de ligue, con sus actitudes frente a la vida.
Para muchos que pretenden “normalizar” su vida, la gente con pluma o que hace cierto alarde de su homosexualidad en público, o que frecuenta los sitios de ambiente, les parecen que hasta perjudican a “la causa de la normalización”. Y esto más bien muestra de sí mismos que tienen una homofobia internalizada, pues esas son formas de vivir la homosexualidad tan legítimas como la suya.
Ya es difícil ser gay como para encontrar rechazos en las propias filas. Y probablemente siempre haya que luchar contra los prejuicios sociales y personales en contra de la homosexualidad.
No existe “la manera normal” de ser gay. Cada uno inventa la suya. No hay porque rechazar la que es diferente. Pues no nos la impone el otro con su presencia.
Tampoco hay que creer que se debe copiar la que se nos propone en determinados medios o ambientes.
Cada vez habrá más ejemplos públicos de gays de todo tipo: en pareja, en tríos o solos, con hijos o sin ellos; que sean afeminados o muy masculinos; que cultiven su cuerpo o que prefieran actividades espirituales; que les guste la ópera o la música más actual; que sean muy consumistas y viajeros, o ascéticos y sedentarios; que sean ministros o diseñadores de moda; futbolistas o campeones de petanca.
La sociedad tendrá que aprender que existen muchísimos modelos y aceptarlos. Aunque no encajen en los modelos burgueses de familia. Y que no hay gays buenos y gays malos. Sino personas buenas y malas, que pueden ser gays.
Está claro que hay aspectos comunes entre los gays, pero hay muchos más que no lo son. Por eso es importante respetarse a uno mismo y ser como uno quiera ser, y respetar a los otros.
Entre todos debemos conseguir un mundo donde haya más libertad para poder desarrollarse plenamente, y creo que lo haremos mejor respetando la diversidad.
Febrero 2005
(publicado en Zero 42)
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